El Museo Abstracto Manuel Felguérez en Zacatecas

Alberto Ruy Sánchez

La existencia del Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez en México es un hecho de enorme importancia que no hará sino crecer con el tiempo. De entrada representa el principal testimonio tangible de uno de los movimientos estéticos más significativos de la historia del arte mexicano del siglo xx y de su vigencia actual. Al mismo tiempo es una muestra elocuente de la obra y de la presencia de uno de sus protagonistas más activos y que más han escrito y enseñado sobre la naturaleza de este arte.  (…)

El artista abstracto crea una nueva realidad de formas. Implica también la afirmación inequívoca de que los caminos del arte son muy variados, y de que aquí, como en cualquier parte, existe la posibilidad de explorarlos con lenguajes estéticos también múltiples y crecientes. Y podemos decir que el arte abstracto, en un país de espíritu y formas profundamente barrocas, es la multiplicación al cuadrado de lo posible: una demostración visible y contrastante. (…)

Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez, ubicado en el edificio que fuera el antiguo seminario diocesano y después una prisión. Foto: © Martirene Alcántara / Artes de México.

Es evidente que sólo un artista de impecable coherencia y en plena madurez creativa podría haber concebido este museo excepcional en México: Manuel Felguérez. El museo representa, para este artista ejemplar en muchos sentidos, un importante reconocimiento de su estado natal, Zacatecas, y un cauce establecido para compartir con un público amplio y creciente su obra, su idea del arte, su capacidad de convocatoria artística, su apertura estética y su inteligencia y energía como promotor cultural.

A nueve lustros de haber mostrado públicamente por primera vez su obra (1954), Manuel Felguérez y Mercedes Oteyza, donaron una colección representativa de la trayectoria de este artista.

Su destino fue un museo dedicado a él en la ciudad de Zacatecas, que pronto inició una colección de arte abstracto de otros artistas de la segunda mitad del siglo xx. (…) la importancia de este arte específico tan propio de la modernidad del siglo y la de este artista sólido e innovador que se aleja de las tradiciones evidentes para crear nuevas, se multiplican al hacerse públicas en un ámbito urbano de muy fuerte tradición artística que va del Virreinato al siglo XIX: arte, artista y ciudad se potencian de manera compleja y complementaria. Se contrastan y transmiten sus cualidades mutuas.

Que todo esto suceda en Zacatecas es doblemente significativo, no sólo porque Manuel Felguérez nació en ese estado, sino porque la historia estética de esta ciudad pareciera ir a contracorriente del arte abstracto: catedral con notable fachada barroca, calles y edificios de acentuado espíritu virreinal, pero en gran parte de origen decimonónico y de principios del siglo xx. (…)

Este museo incide en una ciudad de gran belleza y nos muestra otra dimensión completamente distinta a ella. La multiplica hacia adentro, hacia el ahora y hacia el mundo: hacia sus posibilidades estéticas más profundas. (…)

Una ciudad volcada formalmente hacia su historia puede de pronto salir de esa sombra que le ha resultado tan maravillosamente fértil y explorar al sol del presente otras maneras de creatividad. Así se le añade un rasgo radicalmente nuevo en su complejo carácter. Y eso no es poca cosa. Son contados en la historia los artistas que como Manuel Felguérez llegan a ejercer tal trasformación subterránea y profunda en su entorno cultural urbano.

Zacatecas es una joya extraña que parece haber surgido de la tierra con vitalidad, como si fuera una flor mágica de raíces ocultas y misteriosas. Sus edificios, tesoros vivientes, y sus calles, de apariencia tan orgánica, son manifestaciones de lo que, muy al fondo, los milenios han creado genealógicamente en el corazón de su tierra árida y pedregosa: oro y plata han fluido en abundancia asombrosa por sus minas. (…)

Los murales de Osaka. De izquierda a derecha: Roger von Gunten, La ecología del planeta destruida por la explotación irracional. Brian Nissen, El consumidor consumido: alteración del aire. Manuel Felguérez, La tecnología deshumanizada victima al hombre. Francisco Corzas, Incomunicación 1. Todos realizados en óleo sobre tela en 1969. Foto: © Jorge Vértiz / Artes de México.

Ninguna otra ciudad de México conserva imagen tan coherente en el tamaño de sus edificios y en la apariencia de sus fachadas. Armonía conservada a pulso y muchas veces también recreada desde hace muchas décadas por ciudadanos amantes de una belleza urbana que es suya, que es su herencia y su conquista: su patrimonio.

Una constancia sensorial envuelve a quienes la visitamos y nos dejamos llevar por sus calles aparentemente tan caprichosas y siempre tan hogareñamente cuidadas, tan llenas de agradables sorpresas: la dimensión estética de todo lo que nos rodea es aquí fundamental. (…)

Las crónicas hablan de bosques, de rica fauna y de estanques alrededor de lo que ahora es el semiárido territorio que circunda el cerro de La Bufa: arañado y curvo horizonte celestial de Zacatecas. Es una lástima que la belleza vegetal se haya perdida en nombre del progreso minero, como ha sucedido y sigue sucediendo con tantos bosques del mundo.

Los antiguos pobladores conocían la riqueza mineral del subsuelo y ellos guiaron a los exploradores españoles desde mediados del siglo XVI a estas tierras. Y Zacatecas fue también un puesto de avanzada evangelizadora, rico como sus minas. (…)

La ciudad -además-, cuenta con un conjunto de museos como ninguna otra población de sus dimensiones en el país. Éstos la hacen sin duda, proporcionalmente, la más rica de las ciudades mexicanas por habitante, desde el punto de vista cultural. La importancia de esto es inmensa porque muestra una voluntad política que da valor a la cultura como patrimonio y como creatividad indispensable para el desarrollo de una sociedad. Justo cuando en muchos otros lugares los gobiernos, por miopía o por una americanización superficial de su visión del mundo, tienden a pensar y a ejecutar una concepción de la vida contraria o agresivamente indiferente a la cultura, Zacatecas ha vivido, en las últimas décadas, una constante afirmación de los valores culturales como integrantes indispensables de su carácter, de su identidad y de su fortaleza.

Sala de la colección antológica de Manuel Felguérez. Foto: © Jorge Vértiz / Artes de México.

En ese variado contexto de museos entretejidos con una trama urbana sorprendente surge el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez: todo un nuevo ámbito en la ciudad. El edificio que lo alberga fue fundado a principios del siglo XVIII como seminario diocesano, con un templo adjunto dedicado a la Purísima Concepción. Las dos edificaciones han tenido muchas reformas a lo largo del tiempo. Su carácter actual es del siglo XIX, e intervenido ahora para albergar con sobriedad al arte contemporáneo. De cada época ha conservado algo. Su amplio patio central es aparentemente uno de los testigos más antiguos de su origen. Dejó de ser seminario en la década de 1960 para convertirse en prisión. Lo fue durante 30 años y aún se conservan algunas de las celdas, cuyos muros están impregnados por un arte peculiar, naïf y popular (en el sentido del Pop art). Desde el exterior, e incluso desde el aire, en el teleférico, se ve claramente el edificio actual museo y se identifican sus torreones de vigilancia carcelaria mezclados con si arquitectura conventual y de iglesia. También desde el funicular se antoja ver una marca sutil del nuevo uso del inmueble recuperado: una escultura monumental pero de líneas finas en el techo, o tal vez en el patio del antiguo seminario que, sin modificar la vista del caminante en el entorno del museo, sea claramente visible desde el aire. Pareciera que el curioso transporte aéreo revela un tesoro secreto a quien ejerce el privilegio visual de las aves.

Ya adentro es evidente que lo más sobresaliente y característico de ambos edificios ha sido conservado e integrado al museo. Se ha pensado en el conjunto como una composición que permite ver al arte abstracto en un marco depurado sin ser totalmente neutro, lo que le permite conservar su dimensión estética ahí donde la hay. Y la colección permanente de arte abstracto mexicano y latinoamericano ha crecido hasta convertirse en la más importante en su género en este país y sin duda en otros. Las donaciones de otros artistas abstractos se multiplicaron. Es museo es ya un despliegue incomparable de la diversidad con la cual cada artista experimenta y hace de su obra una composición única. (…)

El rescate de los 12 cuadros inmensos conocidos como os Murales de Osaka (que por cierto nunca pudieron ser montados allá por un error en el cálculo en sus dimensiones y en las del espacio donde se exhibirían) es fundamental para la historia del arte, pero también para ofrecer una demostración pública de la permanencia del arte de calidad y de la vigencia de la sensibilidad que anima al museo. (…)

Pero hay otro efecto de la presencia del Museo de Arte Abstracto en Zacatecas que me gustaría señalar: un cambio sutil en la percepción de la forma de la ciudad. Así como el Museo de la Toma de Zacatecas nos hace pensar en la ciudad como campo y centro de una tremenda batalla, este espacio dedicado al arte abstracto trasforma y enriquece nuestra imagen de las líneas que configuran la urbe.

Primero su distribución urbana, sin el zócalo habitual de tantas otras ciudades mexicanas, invita a concentrarnos en esa línea larga que forma su calle principal, corriendo de horizonte a horizonte y trazada a mano como sobre un cuadro abstracto. Hay algo profundamente corporal en su forma, como lo hay en el abstracto: todo es en ambos -cuadro y ciudad antigua- huella de uno o varios pasos abriendo camino, y por otra parte, huella del paso de una mano sobre el lienzo.

Patio principal del Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez. Foto: © Martirene Alcántara / Artes de México.

Tal vez sea también la ausencia del zócalo: la falta del tradicional cuadrado fundador que engendra en sus orillas la intuición que engendra en sus orillas la intuición implícita de un cubo, lo que evita tener Zacatecas la sensación visual de una perspectiva tradicional. Y la perspectiva está vinculada a la figuración, inclusive a la representación realista. Así, pareciera que Zacatecas obedece en su distribución más a los principios móviles de un posible arte abstracto: a otro lenguaje formal urbano.

Pensada así, esta ciudad, hasta la bellísima catedral barroca, es efervescencia de la geometría y del trazado osado. Una y otra vez, microgeometría de la curva, de la voluta, de la columna granulada. La forma, cualquier forma de piedra, pensada desde el arte abstracto adquiere la cualidad de permitirnos olvidar por un instante su referencia realista y así nos otorga el goce de su plenitud formal. Tras los lentes sensibles del arte abstracto toda la ciudad barroca es situada y aparecida, más allá de sus valores históricos, por la impresión primera e intuitiva de lo bello, de lo puramente conmovedor de las formas.

La misma lógica nos lleva a imaginar las líneas de los tiros de las minas, la geometría secreta, por enterrada, que las anima; su relación con las calles, con los volúmenes construidos. Una geometría del silencio habitado por los sonidos peculiares del trabajo minero late abajo y detrás de la comúnmente sonora geometría urbana. Un breve atisbo de forma laberíntica asoma aquí y allá en la ciudad, como un aparente capricho de las líneas, como un repentino arabesco. El patio caprichoso del Mesón de Jobito lo muestra, y también esa calle que se usa para llegar al Museo de Arte Abstracto desde la calle principal y que en su nombre lleva ya un rasgo mudéjar: la calle de las Alcaicerías. Cubierta al principio semejando un túnel o un puente, como muchas calles sombrías en las medinas árabes, y luego quebrada y resuelta ampliamente como un embudo que se abría antes hacia la fachada del templo de la Purísima Concepción y ahora hacia la plazoleta que da aire a la austera fachada del Museo de Arte Abstracto.

Alberto Ruy Sánchez. Narrador y ensayista. Premio Mazatlán de Literatura 2018, por Los sueños de la serpiente. Premio Nacional de Ciencias y Artes y Literatura 2017. Becario de la Fundación Guggenheim en 1988 y premio Xavier Villaurrutia 1987 por Los nombres del aire. Su obra ha sido traducida a diversos idiomas como el inglés, alemán, francés, portugués, italiano, turco, árabe, japonés y vietnamita.

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Este texto, en su versión original, “Zacatecas Abstracta. El Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez”, se reproduce en el número 34 de la Revista Artes de México,  Zacatecas. Consigue la revista a través del siguiente enlace.  https://catalogo.artesdemexico.com/productos/zacatecas/

 

 


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