Alberto Ruy Sánchez

El mundo maravilloso que nos ayuda a ver Filogonio es a la vez festivo y terrible, animal y humano, muy colorido pero lúgubre, cruel y a la vez lleno de ternura. Es lúdico y es tremendo. Como si sólo él pudiera ver dentro de nosotros las fuerzas contrarias que nos habitan y sin embargo no se contradicen. Porque ellas son nuestra verdadera naturaleza. Filogonio Velasco Naxín es muy imaginativo, pero a la vez es completamente visionario. Ve más lejos y más a fondo que muchos y nos hace ver con él una dimensión tremenda y a la vez fabulosa de la vida y de lo que somos en ella. Los seres de su obra son muy extraños y a la vez, cada uno, muy cercano, íntimo. Como si los lleváramos dentro y afuera, sin duda, en nuestra piel. 

Filogonio Velazco Naxín, Chunduu (gusano), 2917. Monotipo. 

Son animales y no lo son: pertenecen a un reino aparte donde los humanos son de maíz, pero con huitlacoche y cada cabeza es, literalmente un mundo de cosas inesperadas. Las colas agitadas de los perros son aves: flamingos enojados. El corazón de algunos zorros es un huevo estrellado. El estómago del gavilán es un fragmento del cielo. Los gusanos se tocan el único ojo que tienen con su larga lengua remendada. Tal vez así se lo limpian a fondo. Los toros son aves de rapiña, sedientas y emplumadas. El conejo y el maíz se entienden, vivirán juntos de ahora en adelante. El toro que baila, suda y suda. Este clima no es el  mejor para su cuerpo. Los hermanos huevo, uno sonriente y otro enojado, son uno sólo de la cintura para abajo y tienen dos piernas para ambos, con tres uñas en total. Todo lo que diga de los seres de Filogonio Velasco Naxín se queda corto porque, de verdad, son fabulosos. 

Tjén kunisa chjee (Grueso como la memela), 2018. Monotipo.

Su fantasía es seductora. La realidad que crea y recrea atrapa completamente nuestra atención, nuestra sensibilidad y nuestras ideas. Es sin duda un gran artista contemporáneo que pareciera alimentarse de las tradiciones más rebeldes del arte moderno, las de las vanguardias encarnadas por el movimiento CoBrA, por ejemplo. O las de un postsurrealismo expresionista a la manera de André Masson. Habrá quien encuentre en sus animales una fuerte presencia de las tradiciones orales de los pueblos de Oaxaca. Y habrá también quien pueda ver en la poderosa gestualidad de sus trazos una nueva manera del arte llamado outsider, que se practica en lugares de encierro, en clínicas y cárceles. Y a través del cuál quienes lo hacen ganan mejores condiciones y hasta una libertad simbólica importante. Pero en realidad es absurdo atar a Filogonio con cualquier tradición única porque él todo lo reinventa por su cuenta y va más allá. Es un artista excepcional que enriquece a la cultura mazateca y reinventa a la mexicana con la sabiduría de sus ojos agudos y su sonrisa tremenda.


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