Francisco Xavier Clavigero. El aliento del Espíritu

Melinna Guerrero Romo

Francisco Xavier Clavigero pertenece a la generación de jesuitas novohispanos del siglo XVIII que conciliaron las ideas científicas de la Ilustración con su instrucción religiosa. Este aspecto constituye lo que significó el Siglo de las Luces para el mundo occidental: emancipación del hombre frente a Dios, sin negar lo religioso. Fe y ciencia caminaron una a lado de la otra buscando un acuerdo.

De esta manera, el libro de Arturo Reynoso, Francisco Xavier Clavigero. El aliento del Espíritu, expone nuevos significados a los alcances y aportaciones que Clavigero realizó para que la historia de la antigua civilización indígena de México tuviera una dimensión universal.

Son distintas las obras de Clavigero que Reynoso estudia y analiza a profundidad: La Physica Particularis, Relación de los sucesos de la Provincia de México, desde el día 25 de Junio de 1776, El vejamen, un Banquete de la Philosophia la cual no figuraba dentro de las obras accesibles del jesuita, la Relación de la expulsión y la Historia antigua de México. En cada una de ellas, Reynoso ejecuta severos análisis que profundizan en los temas, contextos y situaciones que ocuparon a este jesuita: la conformación de Colegios y Seminarios en la Nueva España, la supresión de la Compañía de Jesús, la travesía del exilio y la estancia en Bolonia. Arturo reconstruye así la vida y obra de un destacado intelectual mexicano, la vida novohispana y el desarrollo de una época crucial en la historia del hombre.

Retrato de Clavigero, en Historia antigua… Imprenta de Lara, México, 1844. Colección Roberto Junco. D.R.© Marco Pacheco / Artes de México.

 

En las muchas páginas de este libro, la tercera parte interesa sobre todo, porque en ella observamos el acuerdo entre la ciencia y la religión: “el hombre de la Ilustración reconoce la existencia divina, pero distingue una supremacía del ser humano gracias a su propio esfuerzo”.

Así, en el octavo capítulo, “Visiones ilustradas sobre el Nuevo Mundo: la “verdad ofuscada”, expone las tesis de tres filósofos ilustrados acerca de los nativos de América: De Pauw, Buffon y Robertson.

A través de su obra Las Recherches philosophiques sur les Américains ou Mémoires intéressants pour servir á l´Histoire de L’Especie Humaine (Investigaciones filosóficas sobre los americanos o memoria interesantes para servir a la especie humana), Corneille De Pauw aborda el clima del Nuevo Mundo, la debilidad de los americanos y la (no) historia de los nativos de América. Los argumentos que De Pauw elabora para descalificar, describir y analizar las condiciones de los habitantes y territorios del Nuevo Mundo son burlescos, agudos y desafiantes: “Salvo los cerdos, los animales que se han llevado a América desde Europa o Asia han venido a menos, hasta los perros han perdido la capacidad de ladrar”.

Para Georges Louis Leclerc, Conde de Buffon, en su obra Histoire Naturelle, las condiciones geográficas y climáticas afectan a la condición de los hombres de América. Una de las pruebas era que ninguno de los pueblos había conseguido un dominio sobre los animales. Por tanto, Buffon considera que el hombre del Nuevo Mundo es “en sí mismo más que un animal de primer rango”. El naturalista, como otros hombres de la Ilustración, considera que la perfección de una civilización se alcanza a través del crecimiento demográfico de las naciones. “Las naciones más ilustradas” (ds nations les plus éclairées) marcan una escala descendente de grados de civilización que pasa por grupos más rudimentarios y llega hasta los pueblos salvajes en su último nivel. Para Buffon, el Nuevo Mundo emergió tardíamente de las aguas de la inundación y, por lo tanto, es un continente “de más reciente creación”.

William Robertson es otro de los filósofos ilustrados que aborda concepciones y teorías del Nuevo Mundo y sus habitantes. En History of America, publicada en 1777, recoge ecos y señalamientos que De Pauw y de Buffon ya habían realizado. Robertson afirma, como De Pauw, que de los americanos, muy pocos saben contar arriba de tres, otros sólo hasta diez y sólo algunos hasta veinte. A lo largo de su obra, señala el carácter y la dimensión natural de los indígenas como las de un niño, un término denigrante para el hombre que enaltecía “a la Razón hecha adulta”.

Año mexicano, en Historia antigua… Imprenta de Lara, México, 1844. Colección Roberto Junco. D.R.© Marco Pacheco / Artes de México.

 

A partir de esta lectura, Clavigero escribe nueve disertaciones en la Historia antigua de México para debatir a los ilustrados. De esta forma, en el capítulo nueve, Arturo Reynoso disecciona la forma en la que Clavigero debate, confronta y descalifica los argumentos de los europeos. Esta parte es importantísima porque se pueden observar las dos dimensiones de la Ilustración, y se puede comprender una época en la historia de la intelectualidad en la que tanto argumentos religiosos como científicos se confrontan en un mismo plano.

Clavigero debate diversos puntos: razonamiento lógico, pruebas empíricas, testimonios directos, datos científicos y argumentos de autoridad bíblica: “hay que desechar la pretendida inundación de América como una de las quimera filosóficas inventadas por los inquietos talentos de nuestro siglo ya que si incluso se concediese que el diluvio de Noé no anegó toda la tierra, la nación mexicana tendría motivos para creerse al margen de semejante calamidad, porque a más de su gran elevación sobre el nivel del mar, no hay país mediterráneo en que sean más raros los cuerpos marinos petrificados”.

Me parece que las disertaciones que Clavigero realiza, claramente, conjugan las dos vertientes que ahora creemos incompatibles y, por lo tanto, la Historia antigua de México es un texto crucial para entender el encuentro de los extremos de Occidente: América y Europa. En la actualidad, en el mundo de lo “políticamente correcto”, que a veces es dictatorial, las invectivas que los ilustrados realizaron de los americanos podrían considerarse como gravísimas. Y quizá lo son. Pero en la búsqueda de sentido para lo nuevo, siempre existen errores. El debate y las formas argumentativas han cambiado. Leer ahora De Pauw o a Robertson, y a sus múltiples concepciones nos parece disparatado, quizá hasta gracioso, pero es ésta la prueba más fehaciente de que estamos avanzando, de que estamos aprendiendo, dijo algún amigo.

Sin embargo, también podríamos ¿celebrar? que en el siglo XVIII Clavigero describiera y defendiera a todos los mexicanos como “de buenas carnes y de una justa proporción en todos sus miembros. Son lampiños, el color de su piel suele ser castaño claro, los ojos negros, la cabellera es gruesa y lisa. En general, su aspecto tiene un justo medio entre la hermosura y la deformidad; su semblante ni atrae ni ofende”.

Arturo Reynoso nos entrega un libro inteligentísimo que nos sumerge en un contexto tan amplio y difícil para México y, en general, para Occidente.

Mujer mexicana. Storia antica del Messico, Cesena, 1780. Biblioteca Francisco Xavier Clavigero, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. D.R. ©Marco Pacheco / Artes de México.

 

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Melina Guerrero es la actual jefa de redacción de Artes de México.

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