Laura de la Torre Rodríguez

D.R.© Eugenia Marcos, Chiles cuaresmeños, 2008. Grabado. Colección de la artista.

El chile, fruto ancestral es un número más de la revista Artes de México que se suma a una de las premisas que la editorial ha explorado: de qué manera la naturaleza es cultura y cómo ha configurado un discurso por el cual el hombre siente pertenencia a un territorio, cómo se crean costumbres culinarias, de qué forma se edifica la literatura y el arte e incluso la historia de una civilización entorno a ella. Algo que Salvador Novo descubrió en un número anterior sobre los alimentos endémicos de México es que “lo que da alimento al hombre, y lo que, como el hombre, es capaz de reproducirse y prosperar, frutecer, ser eterno, nuevo a cada primavera, a cada reencarnación, ésa es la verdadera, la imperecedera riqueza”, y que no es más que la riqueza natural de nuestro entorno.

Como los primeros misioneros y viajeros que llegaron al Nuevo Mundo, así el equipo que elaboró esta publicación se adentró al fenómeno del chile como si fuera una Nueva Naturaleza o la Otra Naturaleza que es vista por primera vez, a pesar de que está en nuestro paladar casi desde el origen. La labor era hacer del chile una gran empresa de conocimiento, que diera cuenta, desde una visión original y divertida, de nuestra maravilla natural; “el rey, el alma de los mexicanos”, como lo llama Arturo Lomelí, quien abre el número con una reflexión del chile como parte sustancial de nuestra cultura.

D.R© Rina Lazo, Venerable abuelo maíz, 1995. Pintura mural al temple sobre lino. Museo Nacional de Antropología.

El trabajo en equipo dio como resultado este ejemplar que se configura como un mosaico interdisciplinario del chile. En él, hablamos de las rutas de evolución del Capsicum, cuyos registros en nuestro territorio datan del 7000 a.C. aproximadamente. Abordamos el chile como objeto ritual en el ámbito preshipánico y recuperamos los testimonios que dan cuenta de cómo se usaba el humo de chiles secos para corregir a la población. También incluimos usos tradicionales actuales, como las fiestas que se realizan en Olinalá, Guerrero, cada 4 de octubre, a san Francisco, y en las que se hacen procesiones con masúchiles: inmensos estandartes decorados con chiles, que recuerdan las ofrendas realizadas a los dioses del agua desde antes de la llegada de los españoles. No dejamos de lado la anatomía ni el picor del chile, y y tampoco olvidamos hablar sobre sus andanzas por Europa y Asia. En el proceso de investigación, descubrimos muchas vertientes de las que podíamos dar cuenta, y por los descubrimientos visuales y literarios, podemos comparar la labor de edición y diseño con un concepto que Alejo Carpentier exploró en su poética literaria y que es “dejar que lo maravilloso fluya libremente de una realidad estrictamente seguida en todos sus detalles”. Sin duda, hay muchas otra vías que aún se pueden explorar.

D.R.© Elvia Esparza, De sabores y picores, sabrosos los colores, 2017. Acuarela. Colección de la artista.

Todo esto se entreteje con un diálogo visual muy poderoso. Al revisar las páginas, notarán la confluencia de obras, desde ilustraciones científicas del siglo XVI hasta las que realiza hoy día Elvia Esparza, murales, grabados, fotografía, y por supuesto, los óleos de Eugenia Marcos. Ella misma ha definido su labor como una especie de brujería, y quizá pueda hablarse más bien de alquimia. Cuando era niña, Eugenia visitaba el mercado de La Merced, y desde entonces, se dedicó a entender las bondades del chile: se convirtió en una especialista que nos deleita con el sabor de su cocina y el conocimiento acerca de sus variedades. Si bien no transmuta el oro en vida eterna, si transfigura el chile en belleza por medio de sus óleos.

Lorenzo Rodríguez menciona que somos una cultura chilecéntrica, pues además de hacer presente al chile en nuestros platillos, también es parte sustancial de nuestra habla cotidiana. Podrán ver que en el número confluyen dichos, albures, adivinanzas y canciones, y esto nos habla también de una configuración del mundo. En este sentido, Iván Pérez Téllez realiza en la publicación un análisis sobre el encuentro de dos ámbitos, el mundo de los muertos y el humano, y es que entre los nahuas serranos el lenguaje que en el inframundo se utiliza para nombrar algunos alimentos, como los chiles, se ha infiltrado al mundo de los vivos. Por ello, encontramos confluencias lingüísticas entre la denominación para pulga, tekpin, o garrapata chipohtli.

D.R.© Isaac Hernández Ruiz, Chilería, 2015. Grafito y tinta sobre papel. Colección particular.

Retomo una reflexión que José Luis Trueba Lara realizó sobre la publicación Elogio de la cocina mexicana. Él recurrió al mito de las sirenas y Ulises para hablar sobre el encantamiento de la comida mexicana, que, como la voz de las sirenas, atrae y embelesa a los comensales. Tal parece ser el mismo encantamiento que el chile a veces suele producir en los paladares extranjeros, los cuales, atraidos por su forma, color y sabor, muchas veces caen en la tentación de probarlo, sin prever muchas veces las consecuencias de tal acto. Por eso Paco Ignacio Taibo I, a quien también incluimos en la publicación, nos advierte: “Yo pienso que el mejor sistema para acercarse a los chiles es el de no rehuir el combate (como Ulises ante las sirenas). Al paladar hay que asustarlo desde el primer día”. De ahí que prevenga a los novatos con una nómina de picores, pues hay que entender que cuando el mexicano dice “no pica”, debe entenderse “pica”, por lo que si “pica rete mucho” es mejor abandonar el establecimiento.

Por último, se ha configurado casi desde tiempos prehispánicos una de las virtuudes que mejor define a nuestra cultura. Se trata del albur construido en torno a la concepción del chile. En el suplemento cultural de la revista, Alebrije, monstruo de papel, podrán encontrar lo que quizá sea el origen de este fenómeno, “La historia del tohuenyo, narración erótica náhuatl”. Se trata del mito de una de las transfiguraciones de Tezcatlipoca para derrotar a Quetzalcóatl, y que en esta versión se encarna en la figura de una vendedor que enamora con “su chile” a la hija de Huémac, unión que provocaría posteriormente la caída de Tula. Más allá del desciframiento mitológico, quismos dar cuenta de la peculiar construcción literaria erótica, a partir de las múltiples connotaciones sexuales en torno al chile. Retomamos la traducción que Miguel León Portilla realizó de la versión del Códice Florentino, y la acompañamos con los grabados de Joel Rendón y Alejandra Ríos. Aquí un fragmento:

Pues aquella hija de Húemac

miró hacia el mercado,

y fue viendo al tohuenyo: esta[ba] con la cosa colgando.

Tan pronto como lo vio,

inmediatamente se metió al palacio.

Por eso enfermó entonces la hija de Huémac,

se puso en tensión, entró en grande calentura,

como sintiéndose pobre

del pájaro —miembro viril— del tohuenyo.

D.R.© Elvia Esparza, Sarta de chiles, 2017. Acuarela. Colección de la artista.

El número 126 de Artes de México. El chile. Fruto ancestral, se presentará en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara el martes 27 de noviembre a las 18:00 horas en el Foro Libros al Gusto. Aquí la agenda de actividades en FIL Guadalajara 2018. #SomosLectores.

 

 

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