Marcelino Vicente Mulato, “el primerito que hizo un diablo”

Eva María Garrido Izaguirre

“Aquel Marcelino iba a ayudarme. Me acompañaba a hacer composturas porque allí nos convidaban a comer. Iba yo a Cocucho a enseñar las pastorelas y allí iba a ayudarme y hacía un arco [de cera escamada como adorno para los santos patrones de Ocumicho], así andaba ese Marcelino aquí y allá […] Un día, de repente me visitó como a las siete de la mañana, y me dijo: “esto es lo que me pasó. ¡Ay!, allá en el chino -así le dicen a una barranca en el camino a Tangancícuaro- el sol entró como oscureciéndose, un señor me habló: ´mírame bien, así estoy para que me hagas esas figuras´, ´y ¿quién eres tú´”, le preguntó. Se fijó en sus pies, en las patas pues, que tenía como gallina un lado y otro como becerro. Se persignó y desapareció” (Natividad Quirós, 1995).

Diablos de los acervos del Museo Nacional de Culturas Populares y del Acervo de Arte Indígena-CDI. Fotografía: ©Marco Pacheco / Artes de México.

Marcelino Vicente Mulato fue vecino de Ocumicho, muchos lo conocieron, convivieron, trabajaron y aprendieron de él. Marcelino fue el primero en vender diablos a instituciones encargadas de la promoción y el desarrollo artesanal. Sus moldes se siguen utilizando en la comunidad y sus piezas reposan en museos de Michoacán. No se sabe su fecha de nacimiento, pero sí la de su defunción, el 22 de octubre de 1968. Los relatos sobre Marcelino reconstruyen fragmentos de su vida y con ellos su leyenda.

Letra creada a partir del abecedario de Joel Rendón para Los demonios de la lengua de Alberto Ruy Sánchez. Fotografía: ©Marco Pacheco / Artes de México.

La historia de Marcelino Vicente podría incluirse en lo que Gutiérrez Estévez denomina “mito-historia”, un tipo de narración con funciones explicativas y fundacionales, pero también puede comprenderse como un “mito exotizante” contado para satisfacer la necesidad del público que desea conocer esta historia que añade valor a las figuras de barro. Así lo explicaba Tata Pedro Elías: “Marcelino Vicente… se cuenta la historia para vender mejor, como un admiración”.

La historia de Marcelino Vicente pone nombre a un cambio en el interior de Ocumicho que, con la injerencia institucional y los procesos de circulación de las obras, se colectivizó y se instauró como tradición.

Apolonia Marcelo Martínez. Fotografía: ©Florence Leyret Jeune.

“Marcelino empezó haciendo figuritas de diablo, hacía animalitos, diferentes cosas […] y salía a bailar la danza de Viejitos. Primero era Maringuía, vestía de muchacha, se ponía una greña y una máscara, bien bonito que bailaba, les ganaba a las muchachas. Maringuía va delante de la danza de Viejitos. Era joto, se juntaba con las muchachas y platicaba “¡ay, ay Dios!”, o cuando visitaba alguna parte hablaba como mujer, pero él es quien empezó a trabajar diablos y a enseñarle a otros porque le pedían mucha mercancía […] También hacía huanengos, manteles, camisas, bien dibujados, todo trabajaba, él si tenía mucho sentido” (Paulina Nicolás Vargas, 1995). (…)

Marcelino es reconocido como el creador de los diablos y de las piezas “hechas a pura mano” pero no del oficio. Las alfareras de Ocumicho son conocidas en la región purépecha por sus juguetes de barro, silbatos, monas (muñecas), alcancías y figuras de molde.

Monstruo con diablos. Colección Isak Kanarek. Fotografía: ©Marco Pacheco / Artes de México.

 

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Eva María Garrido Izaguirre. Doctora en Antropología de América por la Universidad Complutense de Madrid. Coordinadora y Docente investigadora del Programa de Arte y Patrimonio Cultural de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores

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Este fragmento pertenece al artículo “Ocumicho, una creatividad desbordada”, texto central de la revista Artes de México. Ocumicho. Vocación fantástica. Consigue la revista impresa a través de nuestro catálogo en línea.

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