Mujeres artesanas de Ocumicho: vidas, barro y oficio

Eva María Garrido Izaguirre

La antropóloga Eva María Garrido Izaguirre, en su artículo “Una creatividad desbordada” (Artes de México. Ocumicho. Vocación fantástica), registra los testimonios de las mujeres que han forjado el barro como una tarea doméstica, en la que han descubierto su destino. En esta ocasión ofrecemos un extracto del artículo. 

Las alfareras de Ocumicho son conocidas en la región purépecha por sus juguetes de barro, silbatos, monas (muñecas), alcancías y figuras de molde. La primera referencia que tenemos sobre esta producción la encontramos en un texto de 1948, Geografía cultural de la moderna área tarasca, en el que Robert C. West describe la forma de elaboración y la iconografía de estas piezas que circulan hasta el día de hoy en mercados regionales. Este tipo de producción es conocida en el pueblo como “figuras de molde”, distintas de las “artesanías”, hechas sin moldes y nombradas fuera del pueblo como “Diablos de Ocumicho”, tras la fama adquirida por la fabricación de estos singulares personajes.

Las “artesanías” o “diablos” engloban la producción dirigida a un público extra regional. Son elaboradas tanto por hombres como por mujeres, aunque, tal como dicen las señoras del pueblo, son pocos los hombres que saben hacerlas. Ellos se han incorporado a esta actividad, eminentemente femenina, a partir del éxito obtenido en el mercado. Sin embargo, las piezas de molde eran y son todavía elaboradas exclusivamente por mujeres.

Tomasa González Sánchez aprendió la alfarería de su tía Valentina Sánchez Felipe y desde entonces se mantiene activa en el oficio junto con sus seis hijos. Ocumicho, 2018. Fotografía: D.R. ©Florence Leyret Jeune.

La etnóloga Cécile Gouy-Gilbert establece una interesante relación entre la posición económica y la dedicación artesanal: los más ricos del pueblo no se dedican al trabajo en barro, los que tienen una posición intermedia hacen los diablitos y las familias más pobres, las figuras de molde. Estas últimas son elaboradas, sobre todo, por mujeres monolingües y adultas mayores que prefieren los tianguis tradicionales.

Sus creaciones son ofrenda para los difuntos; bienes que se intercambian mediante el trueque; adornos que vemos colgados de las vigas de las trojes o junto al televisor; juguetes en las manos de los niños y objetos propiciatorios que una vez bendecidos protegen al ganado familiar desde el altar de la casa. Estas funciones sociales y culturales han mantenido vigente el oficio. Para las alfareras, el valor de los diablos es comercial, lúdico, narrativo y de prestigio. Se trabaja por necesidad y por gusto. En cada pieza se cuenta una historia inventada o rememorada para perpetuar la memoria colectiva. […]

 

Para conocer más sobre Ocumicho. Vocación fantástica, recomendamos leer la carta editorial de Margarita de Orellana a la edición.

Imagen de portada: Es común que Jesús, siempre con una corona, y los doce apóstoles sean sustituidos por sirenas, frailes, soles, lunas o cualquier otro personaje que el artesano desee. Colección Louisa Reynoso-Centro de Documentación e Investigación Daniel Rubín de la Borbolla. | Fotografías: D.R.© Marco Pacheco / Artes de México.

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