Una mirada a la conservación del jaguar en México

Gerardo Ceballos y Heliot Zarza

El jaguar posee una de las mordidas más potentes (puede destrozar el caparazón de una tortuga). Esto le permite atacar directamente a la cabeza de su presa. Foto: D.R. © Gerardo Ceballos, en Alebrije. Monstruo de Papel, suplemento de la revista Artes de México, junio 2016.

Cada año, durante la época seca, el humo producido por la quema de las selvas cubre el área que habita el jaguar en México; en los días más inclementes, el ambiente puede llegar a oscurecerse. Cientos de miles de hectáreas de selva han sido devastados para ser transformados en campos agrícolas y ganaderos. Si bien esto ocurría de forma gradual, en las últimas décadas se ha convertido en una práctica alarmante. La destrucción de estos territorios, la cacería desmedida, el vínculo conflictivo entre el jaguar y el ganado, las enfermedades transmitidas por los animales domésticos y otros factores han reducido el área de distribución del jaguar y, por ende, el tamaño de su población. Hoy día, se encuentra en peligro de extinción en México.

El jaguar ha sido una de las especies más emblemáticas de nuestro país desde tiempos prehispánicos. Tuvo un papel clave en la cosmovisión y fue una de las deidades más veneradas de los pueblos amerindios. Se relacionaba con la fertilidad de la tierra y con la noche, y simbolizaba la fuerza y el poder entre guerreros, sacerdotes y emperadores. Su imagen quedó plasmada en esculturas, códices y estelas, y ha sobrevivido al paso del tiempo por medio de tradiciones, leyendas y su interacción con el ser humano.

A pesar de la importancia cultural y ambiental del jaguar, y de ser uno de los siete felinos más grandes del planeta, la información sobre su ecología y conservación era muy escasa hasta hace poco más de una década. En México, sólo había escritos anecdóticos, como Monografía de los mamíferos de Yucatán, de George F. Gaumer (1917), Fauna silvestre de México, de Aldo S. Leopold (1965) y Los mamíferos de Chiapas, de Miguel Álvarez del Toro (1977). Hace quince años, nuestro laboratorio en la UNAM y otros grupos empezamos nuevos estudios sobre el jaguar en México.

Danza de los tecuanes, panteón de Suchiapa, Guerrero. Foto: D.R. © George O. Jackson, en número 121 de Artes de México, Jaguar, 2016.

Una distribución aminorada

El jaguar es el depredador de mayor tamaño en las tierras tropicales del continente americano. Se distribuía prácticamente en toda esta área durante el Pleistoceno; es decir, los últimos dos millones de años. En los últimos diez mil años, su área de distribución comenzó a contraerse. Ahora se encuentra desde el norte de México hasta Argentina.

El jaguar es un carnívoro con una gran resistencia ecológica. La densidad de sus poblaciones depende, entre otros factores, del tipo de ambiente y de la abundancia de sus presas; la mayor parte de éstas se encuentra en las selvas húmedas del sureste del país, y, en menor medida, en las selvas secas del Pacífico. Se estima que hay, en promedio, un jaguar por cada tres mil hectáreas de selva; sin embargo, puede haber un jaguar por cada mil quinientas hectáreas en los mejores ambientes y uno por cada cuarenta mil hectáreas en los ambientes más dañados.

En 2005, durante el primer simposio “El Jaguar Mexicano en el Siglo XXI”, se discutió la urgente necesidad de generar información dedicada al estado real del felino. En 2009, empezó un ambicioso estudio llamado Censo Nacional para la Conservación del Jaguar (Cenjaguar) para determinar el tamaño de su población en México. Fue el primer estudio en el mundo enfocado a estimar el tamaño de las poblaciones y su situación actual en un país. La investigación se llevó a cabo con cámaras trampa, que se activan con el movimiento, las cuales fotografiaron a los jaguares y a sus presas. El Cenjaguar se realizó en dieciséis sitios distribuidos en doce estados de la República mexicana a lo largo de tres años. El desarrollo del proyecto involucró un esfuerzo pionero de más de cincuenta expertos de diversas universidades, organizaciones no gubernamentales, el gobierno federal y la iniciativa privada. Fue encabezado por el Instituto de Ecología de la UNAM y recibió el apoyo de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), Telmex y la Alianza WWF-Telcel.

Juguetes de madera alusivos a los jaguares. Centro de Estudios de Arte Popular Ruth D. Lechuga de Arte Popular / Franz Mayer. Fotos: D.R. © Marco Pacheco/Artes de México.

Los resultados fueron asombrosos: se determinó que la población del jaguar en México es de alrededor de cuatro mil ejemplares, distribuidos desde Sonora y Tamaulipas hasta Chiapas y la península de Yucatán. Se identificaron seis grandes regiones: Pacífico noroeste (Sonora a Nayarit), Pacífico centro (Jalisco a Michoacán), Pacífico sur (Guerrero a Chiapas y península de Yucatán) y vertiente del Golfo (Tamaulipas a Tabasco). La península de Yucatán y Chiapas son las regiones que mantienen la población más grande en Norteamérica. Además, se determinó que las poblaciones del noroeste y centro del país son las más susceptibles de perderse en las próximas dos décadas, si las amenazas y la presión sobre ellas continúan como hasta ahora.

Conocer el área que necesita un jaguar para sobrevivir y sus patrones de actividad es fundamental para establecer estrategias de conservación. Ahora se sabe que los movimientos del animal dependen de factores como el sexo, la edad, la disponibilidad y el tamaño de las presas, el tipo de hábitat y las perturbaciones. Existen diferencias notables en el tamaño de los campos de actividad entre sexos: los machos poseen áreas mayores, de hasta 700 kilómetros cuadrados, en comparación con las hembras, cuyos territorios son de hasta 160 kilómetros cuadrados, éstas se determinan principalmente por la disponibilidad de comida, mientras que en los machos se delimitan por la competencia de espacio, lo que incluye el acceso a las hembras y presas.

El jaguar se alimenta de una gran diversidad de vertebrados, entre los que destacan los mamíferos, y prefieren las presas de tamaño corporal mediano y grande. En México, se han reportado veintidós especies como parte de su dieta, entre las que se encuentran los pecarís de collar (Tayassu tajacu), pecarís de labios blancos (Tayassu pecari), venados cola blanca (Odocoileus virginianus), venados temazates (Mazama pandora y M. americana), coatíes (Nasua narica), sereques (Dasyprocta puntata), armadillos (Dasypus novemcintus) e iguanas.

Al igual que otros felinos grandes, el jaguar es sensible a los efectos originados por la pérdida y fragmentación de su hábitat, y al desarrollo de infraestructura como carreteras, factores que han provocado la disminución de sus poblaciones. Además, la cacería ilegal ha incrementado en los últimos años. El jaguar aún es perseguido como trofeo por cazar ganado doméstico, pues en las zonas rurales del trópico mexicano es común que el ganado deambule en potreros cercanos o inclusive en las selvas donde habita el felino.

Francisco Coronel Navarro, baúl de laca. Olinalá, Guerrero, 1989. Centro de Estudios de Arte Popular Ruth D. Lechuga de Arte Popular/Franz Mayer. Foto: D.R. © Marco Pacheco/Artes de México.

Conservación del jaguar

La conservación del jaguar sólo puede garantizarse mediante la aplicación de un conjunto de acciones para la protección de su hábitat, el mantenimiento de sus interacciones con otras especies (como sus presas) y la reducción del conflicto humano-felino. Se requiere de información científica sólida sobre los aspectos de su ecología; los efectos de las actividades humanas sobre sus patrones de distribución espacial y temporal; su dieta, y el uso de su hábitat, para diseñar estrategias de conservación acordes con los requerimientos de la especie y con la realidad del país.

En 2015, se celebraron diez años de acciones y esfuerzos encaminados a la conservación del jaguar en México en el marco del décimo simposio“El Jaguar Mexicano en el Siglo XXI”. La organización de los simposios, las iniciativas regionales de conservación y el Cenjaguar ayudaron a la creación de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar (ANCJ), formada por investigadores, ambientalistas e interesados en la especie. Este grupo ha impulsado la creación de la Estrategia Nacional de Conservación del Jaguar, que contempla objetivos, metas y acciones concretas a corto, mediano y largo plazo. Se compone de nueve aspectos a desarrollar en los próximos cinco años: I) áreas prioritarias para la conservación del jaguar, II) manejo y reintroducción de jaguares, III) infraestructura carretera y mortalidad del jaguar, IV) fortalecimiento del sistema jurídico, V) mitigación de los causales del conflicto humano-jaguar, VI) comunicación, educación y difusión, VII) monitoreo del jaguar y sus presas, VIII) comisión de cooperación internacional, y IX) manejo comunitario. Estos componentes tienen como objetivo incidir en la política ambiental mexicana.

Jaguar moldeado en barro. Centro de Estudios de Arte Popular Ruth D. Lechuga de Arte Popular / Franz Mayer. Fotos: D.R. © Marco Pacheco/Artes de México.

En la Estrategia Nacional de Conservación del Jaguar, todos los actores son importantes. Es crucial el desarrollo de una agenda de transversalidad entre la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), la Secretaría de Economía, la Secretaría de Turismo, la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), la Comisión Nacional Forestal (Conafor) y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa). Necesitamos dar continuidad a las acciones planteadas con base en la identificación de soluciones ambientales socialmente aceptables que nos ayuden a garantizar el mantenimiento de las poblaciones de jaguar a largo plazo y su coexistencia con el ser humano en un paisaje cambiante y ajeno a la especie.

Hace tiempo, escribimos a manera de corolario de nuestras investigaciones lo siguiente: “Bajo la sombra de un inmenso chicozapote, contemplamos asombrados, en silencio, al imponente jaguar. Sus profundos y misteriosos ojos amarillos nos observan con detenimiento. Se ha recuperado lentamente de los efectos del tranquilizante que le pusimos para poder colocarle un collar de radio telemetría. Con mucho cuidado, escucha, olfatea y vigila. Tal vez, somos los primeros seres humanos que ha visto. Trata de comprender qué está pasando. Ya se han llevado a los perros, sus aullidos son ahora lejanos. Súbitamente, se levanta restablecido por completo y salta sobre el tronco de un gran árbol caído sin hacer el más mínimo ruido, a pesar de que el suelo está cubierto de hojas secas. Inmutable, nos regala una mirada antes de desaparecer, majestuoso, entre la selva. Es una escena difícil de olvidar. En ese momento nos preguntamos cuál será su futuro; no podemos imaginar el mundo sin ésta y muchas otras especies en peligro de extinción. Su supervivencia depende de nosotros y la nuestra, paradójicamente, solo será posible con la de ellos”.

Por su gran olfato, detecta a su presa a gran distancia. Con los bigotes percibe las vibraciones del aire y los utiliza para cazar en el agua. Foto: D.R. © Gerardo Ceballos, en Alebrije. Monstruo de Papel, suplemento de la revista Artes de México, junio 2016.

El jaguar en cifras

Distribución en México: se estima que hay 3800 jaguares en cinco regiones prioritarias para su conservación:

  • Noroeste (Sonora, Sinaloa).
  • Noreste centro (Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí, Querétaro, Hidalgo, Puebla).
  • Pacífico centro (Nayarit, Jalisco, Colima, Michoacán).
  • Pacífico sur (Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Tabasco).
  • Península de Yucatán (Campeche, Quintana Roo y Yucatán).

Dieta

  • Más de 22 especies de mamíferos, aves, reptiles y peces.
  • Los mamíferos ocupan más del 70%; desde pequeños tlacuaches hasta venados.

Datos biológicos

  • Madurez sexual: 2 a 3 años.
  • Periodo de reproducción: diciembre a enero.
  • Gestación: 100 días.
  • Número de crías: 1 a 4, regularmente 2.
  • Longevidad: 10 años, en cautiverio hasta 20 años.

Áreas de actividad

  • Machos: en Calakmul, Campeche, pueden tener áreas de actividad mayores a 700 km.
  • Hembras: se mueven en aproximadamente 160 km.

Amenazas para la supervivencia del jaguar

  • Pérdida y fragmentación de su hábitat.
  • Agricultura y ganadería.
  • Cacería.
  • Disminución de sus presas.
  • Expansión de los asentamientos humanos.

Fuente: “El jaguar en México”. Consultada el 2 de mayo de 2016.

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