09 / 12 / 25
Construcción de la Nueva Ciudad
José Luis Martínez

Sobre la antigua ciudad indígena se hizo la cuadrícula de una ciudad española y se construyó la nueva Ciudad de México. José Luis Martinez, biógrafo de Hernán Cortés y editor de todos los documentos concernientes a él nos cuenta de qué manera se formó esa ciudad y nos describe que el conquistador tenía una cierta inquietud arqueológica.

Cuando se platicó entre los soldados de Cortés en qué lugar se haría la nueva ciudad, algunos opinaron en favor de Coyoacán o Texcoco, más prevaleció la opinión del capitán general, quien decidió que fuera en el mismo lugar de la capital indígena, que tenía tanto renombre y “por la grandeza y maravilloso asiento de ella”. Pocos años más tarde comenzaron a advertir los muchos inconvenientes de la ciudad asentada en una alta cuenca cerrada, rodeada por montañas. Al modificarse el equilibrio ecológico con la desecación progresiva de los lagos, vinieron las inundaciones y la necesidad de dar salida a las aguas con costosas y enormes obras.

La construcción de la nueva ciudad se inició pocos meses después de la destrucción de la ciudad indígena, probablemente a fines de noviembre de 1521 o en enero de 1522. “De cuatro a cinco meses acá, que la dicha ciudad de Temixtitan se va reparando, está muy hermosa”, dice Cortés a Carlos V en su tercera Relación, que firma el 15 de mayo de 1522, aún en Coyoacán. Cuando viene el infortunado Francisco de Garay a encontrarse con Cortés, en diciembre de 1523, el conquistador ya puede mostrar sus palacios en construcción. Y en octubre de 1524 Cortés firma su cuarta Carta de relación en Tenochtitlán, o Temixtitan, como él escribía, lo que permite suponer que para entonces ya se había trasladado de Coyoacán a la nueva ciudad.

Los indios habían sufrido la derrota y el arrasamiento de la ciudad que habían construido, y ahora tenían que trabajar otra vez para levantar la nueva ciudad a la usanza española. Refiere Cortés que procuró que los naturales volviese a la antigua metrópoli para darle vida al nuevo, y que entre ellos hay “carpinteros, albañiles, canteros, plateros y otros oficios”, y que los mercaderes han vuelto a animar el antiguo mercado, que debió ser el de Tlatelolco, y que se ha organizado otro para los españoles.

Cartones con bocetos del proyecto del arquitecto Castera para las fiestas Reales de 1789. Archivo del Antiguo Ayuntamiento de la Ciudad de México.

Entre los soldados de una de las expediciones de Francisco de Garay que habían venido a México en 1520 se encontraba Alonso García Bravo, que fue herido y se unió a las fuerzas de Cortés. García Bravo participó en conquistas en la región de Veracruz y en la pacificación de Tututepec y Tetiquipis. Y, como parecía “haber realizado ciertos estudios, pues pare conocedor de la geometría, sobre todo aplicada a la tierra, es decir, topografía” –comenta Manuel Toussaint, uno de sus biógrafos–, el “jumétrico” soldado construyó una fortaleza en Pánuco y otra en Veracruz.

Conocedor de estas habilidades de García Bravo, antes de iniciar la construcción de la nueva ciudad, Cortés decidió encargarle que hiciera su traza, con sus calles y plazas “como hoy está”, decía el alarife hacia 1561. Una de las bisnietas de Garcia Bravo promovió en 1604 una “Información de méritos y servicios” de sus antepasados, en el cual uno de los testigos declaró: “que después de ganada esta Ciudad de México, vio este testigo que el dicho Alonso García Bravo, por ser jumétrico y tener buena habilidad, por mandato del marqués don Hernando Cortés, trazó las calles y plazas y asientos de la dicha ciudad de México, y se edificó y hizo ni más ni menos que el dicho Alonso García Bravo lo trazó y que esto vio este testigo, y es notorio que pasó muy gran trabajo, y también trazó la ciudad de Antequera del valle de Guaxaca, adonde este testigo tiene dos solares, los cuales le trazó el dicho Alonso García Bravo y se los dieron por conquista; e que esto sabe y responde a la pregunta.”

No conservamos los apuntes ni los planos que haya trazado García Bravo, pero tenemos un plano que muestra cómo se representa la Ciudad indígena de Tenochtitlán, el enviado por Cortés al emperador y publicado por primera vez en Nuremberg, en 1524, y planos de la ciudad española o más bien mestiza que se llamará México. La comparación de ambos permite conocer la obra de los urbanistas.

En la Ciudad indígena, el centro del islote o conjunto ceremonial, rodeado por la muralla almenada o coatepantlu, en el que sobresalían las pirámides gemelas de Huitzilopochtli y de Tláloc, llamado Templo Mayor. El conjunto, que contenía cerca de ochenta templos, adoratorios, casas de sacerdotes, monasterios, escuelas, juegos de pelota, jardines, arsenales y edificios administrativos y para la impartición de la justicia, ocupaba un cuadrángulo irregular que se extendía, por el frente sur que daba a la plaza y a los palacios, un poco hacia adentro de la plaza actual, por el frente de la Catedral y la calle de la Moneda; por el oriente, hasta Correo Mayor; por el norte de San Ildefonso y González Obregón, y por el poniente, a República del Brasil y Monte de Piedad.

Frente al costado sur del recinto se encontraba el palacio de Motecuhzoma, en un espacio algo más extenso que el que hoy ocupa el Palacio Nacional; y en torno a la plaza mayor que coincide aproximadamente con la actual Plaza de la Constitución, se elevaban los palacios y casas de los señores. Del centro de este imponente conjunto salían, orientadas a los cuatro puntos cardinales, las cuatro calzadas principales que ligaban a la ciudad-isla con las ciudades que bordeaban el lago: al sur, la de Iztapalapa, al poniente la de Tlacopan o Tacuba, al norte la de Tepeyácac, y al oriente la que llevaba al embarcadero hacia Texcoco, y que no llegaba a ser calzada, pues el lago era muy extenso de ese lado. “Es decir –comenta Toussaint– que desde lejos, cualquiera que fuera el camino que se siguiera, se veía la enorme mole del templo como término del viaje y como esperanza del viajero”.

En torno al gran conjunto ceremonial y a los palacios centrales, y cruzadas por un laberinto de calles firmes, calles con acequias y canales, se extendían las que Alfonso Caso llamó parcialidades indias: Cuepopan (Santa María), Atzacoalco (San Sebastián), Moyotlan (San Juan) y Zoquiapan (San Pablo), y el antiguo pueblo de Tlatelolco, que a su vez estaba formado por numerosos barrios, y en la periferia, chinampas y tulares. El área ocupada por la ciudad-isla era reducida y llegaba por el norte hasta la hoy calzada de Atlampa, por el sur de Chabacano, por el oriente tal vez a la calzada de Balbuena y por el poniente cerca de Bucareli.

Sobre las ruinas de la antigua México-Tenochtitlán, bajo la supervisión de Cortés, el alarife Alonso García Bravo, ayudado por Bernardino Vázquez de Tapia y dos indígenas, realizó la “traza” de la nueva ciudad. En principio, conservó la plaza mayor y el emplazamiento de los palacios que la rodeaban por tres lados. Alrededor de este centro, y apoyándose en los dos ejes norte-sur y oriente-poniente, formados por las entradas de las antiguas calzadas. García Bravo diseñó la cuadrícula o damero de la nueva ciudad española, reservando espacios para las plazas menores y siguiendo en parte el curso de las acequias principales. La extensión de la traza primitiva era un poco más pequeña que la ciudad indígena –cuya superficie se ha calculado en 145 hectáreas–, contenía unas cien manzanas y sus límites tentativos era, por el poniente, San Juan de Letrán; por el norte, Colombia o Perú; por el oriente, Leona Vicario y la Santísima o Jesús María, y por el sur, San Jerónimo o José María Izazaga.

En torno a la primitiva traza, que muy pronto comenzaría a ampliarse, quedaron los barros de indígenas. “Nos parte un brazo de agua”, señala Cortés. El conquistador refiere al emperador que, aunque sigue teniendo preso al señor Cuauhtémoc, ha dado cargos subordinados a varios señores indígenas y les asignó: “señorío de tierras y gente en que se mantuvieran”. La agricultura comenzaba a restablecerse se sembraban ya hortalizas españolas. La primera construcción realizada fue la fortaleza o Atarazanas, para tener seguros y disponibles los bergantines de la Conquista. Al menos desde 1524 en que consta en las Actas de cabildos, Alonso García Bravo había sido el alarife y maestro de obras de la ciudad, especialmente en la construcción de las casas del ayuntamiento.

Palacio de Minería. Grabado de Casimiro Castro en el libro México y sus alrededores. Edición de 1874

Jose Luis Martinez. Historiador, crítico literario y editor, fue Cronista de la Ciudad de México. Ha recibido varios premios importantes por su obra. Es miembro del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México.

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