El amaranto no sólo fue un elemento esencial en la dieta del hombre mesoamericano, también se usaba en los ritos y era sustancia que daba forma a las divinidades indígenas. Aquí mostraremos un recuento sobre las propiedades sagradas que nuestros antepasados veían en esta semilla.
El huauhtli (amaranto) era consumido con frecuencia por los nahuas en atoles, tortillas, tamales o guisos. Además de ser un alimento común, sobre todo los macehuales, también fue un elemento ritual. El huauhtli adquría un valor simbólico ritual que exigía una preparación distinta a la habitual. Como una norma social estricta, cada fiesta contaba con platos propias, abundantísimos entre los pueblos mesoamericanos. Sobre los nahuas, Durán señala: “Porque en estas diferencias de comidas que antiguamente en estas fiestas había eran ritos y ceremonias con que los dioses eran reverenciados y servidos; no había (de) quebrantarlos ni comer más de los que aquel día era ordenado porque, como ya he dicho, todas las fiestas de estos era comer y en es esto consistía, y para comer y pedir de comer a sus falsos dioses se ordenaban. Y entiendo yo de estas diferencias de comidas que en cada fiesta había que se fundaban en pedir que no les faltase de aquel género de comida jamás porque por todas estas fiestas están repartidos todos los géneros de pan que estos tienen y comen son muchos los manjares y legumbres que se comen”.
En algunos ritos nahuas, se usaban las hojas y los tallos de la alegría, a modo de verduras, para elaborar tamales en determinadas fiestas. Además, de su semilla se elaboraba harina para tamales y atole.
En la religión mexicana, existieron muchas maneras de engendrar a los dioses. Esculturas, pinturas, sacerdotes y víctimas de sacrificio -ataviados como ellos- y alimentos que tenían su forma e indumentaria, adquirían sus atributos mediante elementos emblemáticos sacros. El término nahuat que los engloba es ixiptla, cuyo sentido amplio es “imagen”.
Los nahuas hacían figuras de los dioses con una pasta denominada tzoalli. Se elaboraba de las harinas de huauhtli (preferentemente de michihuahtli), maíz y miel de maguey. El michihuahtli era la semilla más apreciada entre los tipos de huauhtli, era de color blanquecino, como la hueva de los peces; de ahí su nombre: michin, pez. Para hacer el tzoalli, limpiaban bien los granos, “quitando las pajas y apartando otras semillas que se nombran petzicatl y tezcahuauhtli, de color negro. Seguramente hubo variaciones en su preparación, pues las fuentes a veces mencionan que se realizaban con harina de huauhtli y a veces con maíz. No debemos confundir el tzoalli con la golosina que hoy llamamos “alegría”, pues, para prepararlo, los granos se molían en el metate, proceso que no ocurre con la elaboración de la “alegría”. Esto se confirma en un breve fragmento del Códice Florentino que describe la realización de la figura de Huitzilopochtli con tzoalli para la fiesta de Tóxcatl en vísperas de la matanza del Templo Mayor: “Entonces las mujeres que habían hecho ayunos durante un año, moliendo huauhtli y chicálotl allá en el patio del templo”.
Otro fragmento de la fuente citada nos confirma que la semilla de michihuauhtli primero se tostaba y después se mezclaba en agua y miel: “Y le hacían ofrenda (a Tlamatzincatl), le ponían delante michihuauhtli amasado. Primero lo tostaban en el comal hasta reventar, luego lo molían. Entonces la masa la diluían en agua. Algunos la revolvían con la miel; hacían cinco o cuatro bolitas de masa que ponían en un cajete de madera, hasta llenarlo (...)”.
Las figuras de tzoalli eran comestibles sin que necesariamente pasaran por otros procesos culinarios, y debió tener un sabor dulce por el agregado de la miel. Sin duda, también debió tener una textura pegajosa que daba a esta masa la posibilidad de su uso como betún, para embadurnar o recubrir objetos que representaban a los dioses. El carácter sagrado del tzoalli se sustentaba en su ingesta a modo de una comunión, acto religiosos designado en náhuatl como teocua, (de teotl, sagrado y cua, comer). Por ser la carne de los dioses, el tzoalli era considerado un remedio contra las bubas (sífilis), enfermedad que los dioses enviaban a quienes faltaban a las prescripciones, como el ayuno carnal en vísperas de las ceremonias. En la veintena xocotl huetzi, se levanta un trono de deidades hechas de tzoalli y los mozos competían por subir hasta lo alto y alcanzarlas; quienes lo lograban, conservaban este alimento para suministrarlo a quienes lo necesitasen de entre los suyos.
Salvador Reyes Esquiguas. Maestro y doctor en Estudios Mesoamericanos. Investigador adscrito al Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM. Profesor de náhuatl en la ENAH y editor asociado de la revista Estudios de Cultura Náhuatl. Coautor del libro Cantares mexicanos.
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