El poeta y ensayista cubano Orlando González Esteva presentó su libro El parlanchín extraviado, en el Koubek Center de Miami. El poeta, ensayista e investigador Orlando González se ha entregado en su más reciente libro a una tarea ciclópea: desentrañar por qué los cubanos no paramos nunca de hablar.
El parlanchín extraviado, editado por Artes de México, es una compilación de textos breves acerca de Cuba y los cubanos que González Esteva presentó el pasado sábado 26 de octubre en el Koubek Center de Miami. El evento fue uno de los lanzamientos anticipados de la Feria del Libro de Miami, que tiene lugar en este mes. Escrito con la sátira, el humor y la musicalidad que conforman las creaciones reflexivas del autor, este libro nos sitúa frente al espejo para intentar una comprensión de nuestra desbocada pasión por hablar. Una pasión que nos define, nos identifica y también nos lastra.
¿Hay alguna posibilidad de enmendarla? O, más allá de esa pretensión, ¿tiene sentido contenerla a estas alturas del juego? González Esteva trata de respondernos esas preguntas en su libro, repleto de erudición y gracia, que son los rasgos que suelen combinarse para poner la sabiduría al alcance de todos.
Sé que este es un largo proyecto cincelado palabra a palabra, pensado detenidamente y curado hasta su esencialidad más profunda, más cubana. Uno de sus más hermosos y agudos volúmenes de prosa poética, que va a quedar como un catálogo de consulta para nuestros desafueros nacionales. Epigramático y definitivo.
González Esteva llegó desde Palma Soriano a Estados Unidos en 1965, y su entera vocación ha sido la cubanidad, la defensa del español, la expresividad poética y el sentido de nuestras palabras. Este libro es un hallazgo de madurez tras largos años de meditación sobre lo que somos los cubanos al vivir y al morir, sobre lo que realmente somos y lo que no hemos podido ser.
“Hablar mucho vale más que hablar bien, y hablar, más que pensar”, dice Fernando Ortiz en un exergo rescatado por González Esteva en su investigación. Tal vez sea la caracterización más visionaria de Ortiz sobre ese rasgo idiosincrático que arrastramos desde el nacimiento de la nación y que se ha prolongado, no sin daños tremendos, hasta los días de hoy.
Con una obra poética extensa y aún sin el reconocimiento internacional que merece, González Esteva sigue trabajando y pensando desde Miami, con un sentido de pertenencia y compromiso con una cultura cubana que es ajena a fronteras y designaciones oficiales, y que es en definitiva un auténtico sello de identidad.
Octavio Paz, con quien mantuvo una entrañable amistad, hizo una observación sobre la poesía de González Esteva que abarca toda una ejecutoria creativa. Paz dijo que González Esteva había retornado algo muy raro en la poesía de nuestros contemporáneos: la música del verso.
“Una música tradicional y muy nueva en la que lo antiguo se alía con lo insólito. No será poesía nueva (¿para qué?) sino una poesía viva. A ratos pensé en Quevedo. No. En Quevedo hay un rictus siempre, hay sarcasmo y humor. Nada más lejos de usted que la burla sañuda de Quevedo. Usted no se burla de los otros sino de sí mismo —y se burla sin saña. Ni crueldad ni compasión. O mejor dicho: compasión por nuestro destino mortal; usted ha convertido la crueldad de nuestro destino en una pirueta heroica y así ha hecho vida de la muerte”, escribió Paz.
Sin crueldad, pero sin compasión, con una heroica elegancia, González Esteva nos entregó El parlanchín extraviado. La presentación fue una ocasión de privilegio que invito a no perderla. El autor ha tenido la deferencia con Café Fuerte, de cuyas páginas ha sido un colaborador de lujo durante años, de entregarnos esta bocanada de motivación, que le agradecemos todos sus lectores.
Hablar mucho vale más que hablar bien,
y hablar, más que pensar.
Fernando Ortiz
Entre cubanos, 1913.
La verbosidad del cubano es una prueba irrefutable de su amor a las proporciones: habla por todo lo que callará de muerto.
El silencio no es más que el sonido cansado,
si no el pueblo de Cuba ya lo hubiera enterrado.
La incontinencia verbal del caudillo cubano no es gratuita. El pueblo se reservará toda manifestación de idolatría mientras no quede claro que el susodicho es más incontinente que él.
Sorprende que el homenaje más hermoso y breve tributado al cine mudo sea nuestro:
No es que le falte
el sonido,
es que tiene
el silencio.
Fina García Marruz
Si las palabrotas no brindaran una sensación momentánea de desahogo y, en algunas sociedades, la oportunidad de desafiar tácitamente una circunstancia opresora, nadie las diría.
Cuba tiene razones para atesorarlas.
Nunca pidas a un cubano que interprete tu silencio. Te sorprenderá descubrir cuántas cosas, sin saberlo, callas.
Lengüetazo: intento inútil pero estimulante de derrocar a un autócrata despellejándolo
Si muero, déjame en paz,
le suplicó a su mujer
el parlanchín pertinaz.
No lo pudo complacer.
Aun muerto hablaba de más
Que en los momentos más solemnes el silencio se guarde implica que corre peligro. Hay cubanos en todas partes.
Vine, pues, a caer con unos hombres soberbiamente delirantes, y en gran manera carnales y parleros (…) San Agustín, Confesiones, capítulo 6.
Este texto fue publicado en Café Fuerte: https://www.cafefuerte.com/culturales/el-parlanchin-extraviado-nunca-pidas-a-un-cubano-que-interprete-tu-silencio/
Wilfredo Cancio Isla. Es crítico de cine. Se graduó de periodista en 1982 por la Universidad de La Habana. Profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, colaboró con diversas publicaciones culturales cubanas hasta el año 1994. Fue miembro fundador de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica.
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