03 / 09 / 25
Elogio del Maguey
Francisco de Castro

El maguey, testigo silencioso de las transformaciones de nuestro país, guarda una sabiduría que va desde cómo se cultiva, los usos que tienen sus partes, y la manera y el lugar en que se consume.

Raso (Maguey le llaman) vegetable

de esta parte del Cancro lleva el suelo,

planta a su dueño tan usufructuable

cual concedió a otra tierra ningún cielo;

los del tiempo asaltos indomable,

dúra al sol, dúra al agua, dúra al hielo;

su corazón lo diga alado a pencas

de aguas arcas más que las Flamencas.

Su tronco neto el pleno abarque impide

de brazos dos, en bicodal altura;

su herido corazón, licor despide

que al de Hibla no le invidia la dulzura;

asado, electo pasto al gusto mide:

agradecida planta, fiel criatura,

pues al que a ningún costo la cultiva

no sabe –aunque la tuesten– ser esquiva.

Tres potables le brinda: uno, es el Vino

que –cuando la alquitara le resuelve–

sabe correr por aguardiente fino;

su castigada hoja, en hebras vuelve

hilo, si no de asiento, de camino;

de afán y frío en el hogar absuelve:

y al fin, sobre otros mil usos, al dueño

sirve de vino, agua, dulce y leño…

..Deba en mi estilo y en mi pluma deba

a la Vigínea madre aquesta fama

el para-todo de la España Nueva:

sepa la Antigua, de raíz, la trama

del Lienzo estéril donde tanta lleva

florida copia de Jesé la Rama,

que de corteza a flor, milagrosa tupe

en su imagen del nuevo Guadalupe…

Hugo Brehme Tlachiquero chupando el aguamiel. CA 1920. Tomado del libro Mexiko Baukunst Landschft Volksleben. Berlín 1925.

Francisco Castro. (1618-1687) Sacerdote y poeta español. Ingresó en la Compañía de Jesús en Nueva España. Su poema más sobresaliente se titula “La octava maravilla” del que forma parte este fragmento.

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