02 / 12 / 25
La casa de los azulejos
Manuel Toussaint

La Casa de los Azulejos, ubicada en el centro de la Ciudad de México, ha sido objeto de múltiples explicaciones sobre el origen de su excepcional decorado. Además, a lo largo de los años, diferentes autores recopilaron las leyendas que la imaginación popular fue forjado. Esta selección de textos clásicos proporciona también la historia del edificio y sus características, una variante de la leyenda más conocida, los relatos de un milagro, un asesino y un enfrentamiento de orgullo.

El Milagro

Ciertamente la más notable de las construcciones de azulejos de la Ciudad de México es la famosa Casa de los Azulejos en la Avenida Francisco I. Madero, conocida por todo México como Sanborn´s. El edificio está cubierto en su totalidad por diseños geométricos azules, blancos y amarillos realizados con azulejos de manufactura poblana, no china como se ha dicho con frecuencia.

Esta casa, que fue reconstruida muchas veces, es una de las más antiguas de la ciudad. La primera noticia que se tiene de ella data del siglo XVI, cuando pertenecía a don Damían Martínez, dueño también del terreno adjunto conocido como Plaza de Guardiola. Los reveses de fortuna obligaron a don Damían a rematarla: don Diego Suárez de Peredo adquirió la casa y los jardines por la cantidad de 6 500 pesos, y tomó posesión el día 2 de diciembre de 1596.

Poco después, don Diego enviudó y se retiró al monasterio franciscano de Zacatecas, dejando todas sus propiedades a su hija Graciana. Posteriormente la joven se casó con don Luis de Vivero, segundo conde del Valle de Orizaba, y la casa se convirtió en la residencia de esta familia. Aún después de la Independencia, cuando se abolieron los títulos de nobleza, los condes del Valle de Orizaba continuaron ocupando la casa, y vivieron en ella hasta 1828.

Tras la caída del imperio, el edificio fue adquirido por la familia Iturbide y habitado sucesivamente por don Rafael de la Torre (leal defensor de Maximiliano), don Sebastián de Mier y otras personalidades prominentes. De 1891 a 1914 el famoso Jockey Club de México ocupó el edificio, que a partir de entonces se convirtió en el brillante escenario del mundo social mexicano. En 1919, la Casa de los Azulejos se convirtió en la sede del negocio de los hermanos Sanborns, farmaceutas estadounidenses, y como tal es conocida hasta la fecha.

Sin embargo, es difícil ubicar la fecha exacta de los azulejos originales que decoran la fachada de la casa y su espléndido interior. El trabajo se realizó poco después de la boda de Javier Hurtado de Mendoza, conde del Valle de Orizaba. Posteriormente, cuando la Casa de los Azulejos cambió de dueño y se convirtió en la residencia de doña Josefa Malo de Vicencio, hasta 1751, se decoró con azulejos la gran caja de la escalera.

Más tarde, cuando el viejo Teatro Nacional fue demolido para hacer, en 1905, la prolongación de la calle que ahora es la Avenida 5 de Mayo, la parte de atrás del exterior de la casa fue cubierta con una excelente imitación de los antiguos azulejos que todavía en la actualidad adornan la fachada. Lo mismo ocurrió con la parte del costado del inmueble que da al Callejón de la Condesa.

Motivo central de lambrín, planta alta, Casa de los Azulejos.

A pesar de que ha sido necesario remodelar el edificio para adaptarlo a su nuevo uso, los ocupantes actuales han tenido cuidado de preservar lo más posible el carácter arquitectónico del palacio. La Casa de los Azulejos sigue siendo una de las joyas de la corona de la Ciudad de los Palacios.

Muchos acontecimientos dramáticos ocurrieron entre los muros de este viejo palacio, incluso un milagro que tuvo lugar en 1731. De acuerdo con algunos documentos de la época, en la capilla del Sagrario de la Iglesia de San Francisco, se veneraba el llamado Cristo de los Desagravios, una imagen de Jesús crucificado en escala humana. Durante los años que estuvo en la iglesia, la cruz de madera tuvo que ser reparada con frecuencia. En cierta ocasión la piadosa y caritativa condesa del Valle de Orizaba, que habilita la Casa de los Azulejos, ofreció pagar una de esas composturas. Para tal propósito, el 18 de octubre de 1731, la imagen fue trasladada a su casa y allí ocupó un lugar de honor en la sala principal. Poco después, la noche del 7 de noviembre, la Ciudad de México fue sacudida por un terremoto. Una vez pasados el terror y la confusión, el hijo de la condesa, don José Suárez de Peredo, recorrió toda la casa buscando los daños. Al entrar a la sala en la que estaba el crucifijo se detuvo para besar con reverencia la herida que tenía el Cristo en un costado; al hacerlo se dio cuenta, con gran sorpresa, de que el sitio que había rozado con sus labios estaba húmedo.

“Entonces, escribe el padre Martagón, lleno de admiración, y al mismo tiempo de temor sagrado, levantó los ojos para contemplar la imagen santa. La encontró completamente cambiada. Lo que antes parecía el semblante de un hombre vivo, con las mejillas llenas, se transfiguró en el rostro de un hombre muerto, con las mejillas muy hundidas”. De inmediato, el joven relató el hecho a su madre y a otras personas. Más tarde se envió a un notario para atestiguar el milagro. Con la noticia se congregó una multitud y finalmente “se decidió que uno de los padres limpiaría la humedad”. Sin embargo, ésta reapareció cuatro veces en un lienzo obsequiado por la condesa, y cada vez la emanación dejó en la tela manchas de un rojo opaco; y para mayor admiración, estas manchas se imprimieron en varias partes de la tela en forma de cruces. Al día siguiente se solicitó su presencia a los dos médicos más célebres de la ciudad, a los dos maestros de pintura más notables, sin olvidar a los dos mejores escultores. Examinaron la imagen y la tela y declararon solemnemente que la causa de todo esto “no era natural”. Así se registró oficialmente el suceso. La imagen milagrosa fue llevada a la capilla de San José de los Españoles, situada en la iglesia de San Francisco, pero después se transfirió a la de Jesús Nazareno, en donde permanece hasta nuestros días.

Escalera de la Casa de los Azulejos.

Tomado de Mexican Maiolica, 1927. Traducción de Andre Noel.

La obra única

La quinta condesa del Valle de Orizaba se casó en Puebla y vivió allí hasta que falleció su marido en 1708, cuando volvió a su casa de México. Ella dice en su testamento que por el año de 1737, al estar deterioradas las casas de su mayorazgo, las hizo reconstruir y mejorar grandemente, entre ellas la actual Casa de los Azulejos. No creo que la reconstrucción se limitase a cubrir de azulejos la fachada pues eso no remediaba el deterioro; además se usa la palabra “reconstruir” de modo que tenemos que aceptar que de esa fecha data el edificio. Sea porque la condesa trajera el gusto de las casas poblanas, o por cualquiera otra circunstancia, esta mansión es única: ni en México ni en Puebla ni en ningún otro sitio existe una casa revestida totalmente en su exterior por azulejos. Si el arte perfecto que campea en el edificio no existiese, tal revestimiento sería absurdo, signo de una cocina, de un baño o de unos retretes. Pero el artífice conocía su negocio: fajas, pilastras, molduras, un rodapié de cantera, marcos de puertas y ventanas de la misma piedra; cornisas vigorosas marcando las líneas horizontales, de modo que los azulejos están enmarcados en paneles que realzan el suave tono gris de la roca, junto al azul acariciante en sus varios matices y el espejo del vidriado. Si bello es el conjunto, el remate es magnífico: un nicho sobre la gran portada, otro en la esquina y un pretil de líneas onduladas guarnecido atrás por otro horizontal, con pináculos y vasos de silueta china trabajados también en cerámica.

El interior es no menos valioso, a pesar de lo que ha sufrido para adaptarlo a un fin diverso: el gran patio de finas columnas y fuentes bellísima; la escalera monumental con estupendos lambrines de azulejos, probablemente anteriores a los de la fachada, esta escalera donde puede admirarse una de las mejores pinturas de nuestro gran Clemente Orozco, los corredores que ostentan barandales, según se dice, trabajados en Asia; la portada de la capilla; los grandes salones, las azoteas, todo es de una riqueza y de un buen gusto que nos admira, ya que difícilmente se encuentran juntos estos elementos.

Tomado de Arte colonial en México, 1948.

Azulejo estilo azul sobre blanco, desarrollado a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII. El autor, cuyo nombre formaba las iniciales A.B.J. solía firmarlo con una abeja. Colección Museo Franz Mayer.

Manuel Toussaint. Nació en Coyoacán, Ciudad de México, México, el 29 de mayo de 1890 -y murió en Nueva York, Estados Unidos, el 9 de noviembre de 1955. Fue un historiador del arte, escritor y académico mexicano. En 1934, formó parte de las personalidades que fundaron el Laboratorio de Arte de la Universidad Nacional Autónoma de México, que en 1936 se transformó en el Instituto de Investigaciones Estéticas, cuya dirección ocupó. De 1944 a 1954 fue director de la Dirección de Monumentos Coloniales y de la República del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Te invitamos a que consultes la revista-libro Azulejos. no. 24. Disponible en nuestra tienda física La Canasta, ubicada en: Córdoba #69, Roma Norte, CDMX. También visita nuestra tienda en línea donde encontrarás nuestro catálogo editorial.