22 / 07 / 25
La fuerza de la luna
Mircea Eliade

Pareciera que la serpiente repta por el imaginario de una gran cantidad de pueblos. Quizá esto la convierta en una de las formas privilegiadas del arte. ¿Con qué elemento se ha asociado a este ser perturbador? ¿Cómo han sido interpretados sus enigmáticos atributos a lo largo de la historia?

Ciertos animales se convierten en símbolos o “presencias” de la luna porque su forma o su modo de ser evocan el destino de la luna. Así el caracol, que aparece y desaparece en su concha; el oso que se hace invisible en lo más fuerte del invierno y reaparece en la primavera; la rana porque se hincha, se hunde y reaparece en la superficie del agua; el perro porque se le ve en la luna o porque es el antepasado mítico de la tribu; la serpiente porque aparece y desaparece, porque tiene tantos anillos como días cuenta la luna, porque es el “esposo de todas las mujeres”, porque cambia de piel, es decir se regenera periódicamente, es “inmortal”, etcétera. El simbolismo de la serpiente es de una polivalencia turbadora, pero todos sus referentes convergen hacia una misma idea central: es inmortal y se regenera, por lo tanto es una “fuerza” de la luna y, como tal, distribuye la fecundidad, la ciencia, profecía e incluso la inmortalidad. Inmutables mitos evocan el funesto episodio en que la serpiente robó la inmortalidad concedida al hombre por la divinidad. Pero éstas son variantes tardías de un mito arcaico en el cual la serpiente, o monstruo marino, guarda la fuente sagrada y de la de la inmortalidad, árbol de vida, fuente de la juventud, manzana de oro.

Sólo podemos recordar aquí algunos mitos y símbolos relativos a la serpiente, y únicamente aquellos que ponen de manifiesto su carácter de animal lunar. En primer lugar sus lazos con las mujeres y la fecundidad: la luna es fuente de toda fertilidad y gobierna al mismo tiempo el ciclo menstrual. Personificada, se convierte en “el amo de las mujeres”. Muchos pueblos creían- y algunos incluso siguen creyendo en nuestros días- que la luna, bajo la apariencia de un hombre o bajo la forma de una serpiente, se une con las mujeres. Por eso entre los esquimales las muchachas no miran a la luna, por temor de quedar encinta. Los australianos creen que la luna, bajando a la tierra bajo el aspecto de un Don Juan, abandona a las mujeres después de haberlas dejado encinta.

La serpiente, puesto que es una epifanía de la luna, llena la misma función. Entre los Abruzzos se siguen contando que la serpiente se acopla con todas las mujeres. Los griegos y los romanos compartían la misma creencia. Olimpia, madre de Alejandro Magno, jugaba con las serpientes. El famoso Aratus de Sicyon era un hijo de Escolapio, porque, según lo que dice Pausanias, su madre lo había concedido con una serpiente. Suetonio y Dion Casio cuentan que la madre de Augusto concibió por el abrazo de una serpiente en el templo de Apolo.

Una leyenda análoga circulaba sobre Escipión el Viejo. En Alemania, en Francia, en Portugal y en otros sitios, las mujeres temen que una serpiente entre en su boca durante su sueño y las deje encinta, sobre todo en la época de la regla. En la India, las mujeres que desean un niño adoran a una cobra. Se cree en todo Oriente que las mujeres tienen su primer contacto sexual con una serpiente, durante la pubertad o durante el periodo menstrual. La tribu india de los komati, provincia de Mysore, conjura la fecundidad de las mujeres por medio de serpientes de piedra. Eliano nos asegura que, según la creencia de los hebreos, las serpientes se acoplaban con muchachas; y volvemos a encontrar esta creencia en Japón. Una tradición persa menciona que, después de que la primera mujer fue seducida por la serpiente, tuvo inmediatamente su regla. Se dice en los medios rabínicos que la menstruación se debe a las relaciones de Eva con la serpiente en el paraíso. Se cree en Abisinia que una muchacha antes de su boda corre peligro de ser raptada por las serpientes.

Rodrigo Pimentel. Testigos, 1995, Aguafuerte. 30 x 39 cm. Colección del autor.

Serpientes zapotecas

Como afirma Mircea Eliade, las serpientes y las nubes son íntimas compañeras simbólicas en mitos de los pueblos más variados. En una leyenda zapoteca que cuenta y pinta Arnulfo Mendoza, las serpientes tejen un corral en el que se encuentra el héroe, mientras lleva a cabo el reto de montar un toro bravo. Las culebras entre las nubes, y se conectan con la geometría de las estrellas. En otra leyenda, una serpiente voladora, también en los cielos y esta vez bajo la luna, atrapa a una mujer con cabeza de nueve. En el mundo de las serpientes es posible lo inesperado, pero los arquetipos conjugan siempre su peculiar gramática.

Arnulfo Mendoza. La Dama Cochinilla,1991. Gouache de pigmentos naturales, cochinilla, añil y cúrcuma. Sobre papel arroz. 60 x 72 cm. La mano mágica.

La luna, la mujer y la serpiente

La luna puede tener también personificación ofidia, pero esa personificación, que se ha desligado a menudo del conjunto inicial para seguir una carrera autónoma en el mito y la leyenda, se debe, en un último análisis, a la concepción de la luna como fuente de las realidades vivas y como fundamento de la fertilidad y la regeneración periódica. La serpiente es considerada como la que hace venir a los niños. Esto sucede, por ejemplo, en Guatemala, en la tribu urabunna de Australia central, los antepasados son dos serpientes que recorren la tierra y que se tienen cada vez que aparecen algunos mai-aurli, “los espíritus de los niños, entre los pogo de África, una serpiente gigante que se encontraba cerca de un estanque en la ciudad de klewe toma a los niños de manos del dios supremo Namu y los trae a la ciudad antes de su nacimiento.

En la India, las serpientes fueron miradas desde la época del budismo como las distribuidoras de la fertilidad universal, aguas, tesoros. Cierto número de Nagpur representan el acoplamiento de mujeres y de cobras. Actualmente en India una gran cantidad de creencias ponen de manifiesto el carácter benéfico y fertilizante de las serpientes: impiden la esterilidad de las mujeres y les aseguran una numerosa descendencia.

Las relaciones entre la mujer y la serpiente son multiformes, pero no pueden explicarse globalmente por medio de un símbolismo erótico simplista. La serpiente tiene significaciones múltiples, y entre las más importantes conviene considerar su “regeneración”. La serpiente es un animal que se “transforma”. Gressman ha querido reconocer en Eva a una diosa fenicia arcaica del mundo subterráneo, personificada por la serpiente. Se conocen divinidades mediterráneas representadas con una serpiente en la mano, Artemisa, Hécate, Perséfone, etcétera, o con una cabellera formada de serpientes, Gorgona, Erinias, etcétera. Según ciertas supersticiones de la Europa central, si se entierran los cabellos arrancados a una mujer que se encuentra bajo la influencia de la luna, es decir en la época de su regla, éstos se transforman en serpientes.

Una leyenda bretona nos asegura que la cabellera de las hechiceras se transforma en serpiente. Una mujer cualquiera, por consiguiente, no tiene ese poder sino sólo la que está bajó la influencia de la luna que participa también en la magia de la “transformación”. Que la hechicera sea a menudo una investidura lunar, directa o transmitida por intermedio de las serpientes, un gran número de documentos etnográficos nos lo confirman. Para los chinos, por ejemplo, la serpiente está en el origen de todo poder mágico, mientras que los términos hebreos y árabes que designan a la magia se deriva de los que designan a las serpientes. Por ser lunar, es decir “eterna” y vivir bajo tierra, encamando, entre muchos otros, a los espíritus de los muertos, la serpiente conoce todos los secretos, es fuente de la sabiduría, entrevé el futuro. Del mismo modo, quienquiera que coma serpiente adquiere el conocimiento del lenguaje de los animales y en particular de los pájaros, símbolo que puede tener también un sentido metafísico: acceso a las realidades trascendentes, y esta creencia se encuentra en pueblos muy numerosos, además de que se ha conservado en la tradición erudita.

El mismo símbolo central de fecundidad y de regeneración sometidas a la luna y atribuidas por el astro mismo o por formas consustanciales, magna, mater, terra mater, explica la presencia de la serpiente en la iconografía o los ritos de las grandes diosas de la fertilidad universal. En cuanto atributo de la gran diosa, la serpiente conserva su carácter, de regeneración cíclica unido al carácter telúrico. La luna es identificada con la tierra, considerada como la matriz de todas las formas vivas. Ciertas razas creen incluso que la luna y la tierra están constituidas de la misma sustancia. Las grandes diosas participan tanto del carácter sagrado de la luna como del carácter sagrado del sol, y por el hecho de que esas diosas son al mismo tiempo divinidades funerarias, los muertos se van bajo tierra o a la luna, a fin de regenerarse y reaparecer bajo una forma nueva, la serpiente se convierte en el animal funerario por excelencia, que encarna a las almas de los muertos, a los antepasados. Por ese mismo simbolismo de regeneración se explica también la presencia de la serpiente en las ceremonias de iniciación.

Manuel Velázquez. Sexus. 1994. Técnica mixta. Colección Particular.

Simbolismo Lunar

Lo que sobresale con bastante claridad de este polisimbolismo de la serpiente en su destino lunar, es decir sus poderes de fecundidad, de regeneración, de inmortalidad por metamorfosis. Por supuesto, si pasamos revistas a algunos de sus atributos o de sus funciones, podemos dar a entender que estas correspondencias y valores se han producido derivándose las unas de las otras por análisis. El estudio metódico de un conjunto religioso cualquiera, descompuesto en sus elementos morfológicos, corre el riesgo de pulverizarlo. En realidad, todos los valores coexisten en un símbolo, aunque en apariencia algunos de ellos sean los únicos que funcionan. Captado a través de las experiencias religiosas, el mundo se revela como una totalidad. La intuición de la luna, en cuanto norma los ritmos y es fuente de energía de vida y de regeneración, ha tejido una verdadera red entre todos los planos cósmicos, creando simetría, analogías y participaciones entre fenómenos de una infinita variedad. No siempre es fácil encontrar el centro de semejante “red”; a veces se desprenden de ella núcleos secundarios que pueden hacer creer que son los más importantes, si es que no los más antiguos. Por ejemplo: el simbolismo erótico de la serpiente ha “tejido” numerosas equivalencias y correspondencias que relegan a la sombra, por lo menos en ciertos casos, sus valencias lunares.

Efectivamente, asistimos a una serie de intersecciones y de correspondencias que se responden unas a otras, refiriéndose a veces al “centro” del que derivan todas, pero articulándose en otros casos en sistemas adyacentes. Así pues, del conjunto luna-lluvia-fertilidad-mujer-serpiente-muerte-regeneración periódica, nos encontramos a veces únicamente con conjuntos parciales como serpientes-mujer-fecundidad, o serpiente-lluvia-fecundidad, o también mujer-serpiente-magia, etcétera. Toda una mitología se crea alrededor de estos “centros” secundarios, relegando en la sombra, para quien no está prevenido, al conjunto original que se encuentra, sin embargo, implicado hasta en el fragmento más minúsculo. Por ejemplo, en el binomio serpiente-agua, o lluvia, la sumisión de estas dos realidades a la luna no siempre es evidente. Leyendas y mitos innumerables nos presentan serpientes o dragones que controlan las nubes, que habitan estanques y alimentan de agua al mundo. El lazo entre las serpientes y los manantiales o los cursos de agua se ha conservado incluso en las creencias populares europeas. En la iconografía de las culturas amerindias, el binomio serpiente-agua es extremadamente frecuente; por ejemplo: el emblema de Tláloc, el dios mexicano de la lluvia, está constituido por el enrollamiento de dos serpientes, como podemos constatar en el Códice Borgia. En el mismo documento una serpiente herida por una flecha indica la caída de la lluvia. El Códice Dresde representa el agua en vaso “ofideoforme”. En el Códice Tro-Cortesiano podemos apreciar agua que corre de una vasija en forma de serpiente, etcétera.

Que este simbolismo encuentra su justificación en el hecho de que la luna es la distribuidora de las lluvias, es algo ya probado por las investigaciones de Hentze. Algunas veces, incluso, el conjunto luna-serpiente-lluvia se ha conservado hasta en el ritual: en India, por ejemplo, el rito anual de la veneración de la serpiente, Sarpabali, tal como está expuesto en los Grihyasútras, dura cuatro meses; comienza durante la luna llena Sharávana, primer mes de la estación de las lluvias, y termina durante la luna llena Márgacirsha, el primer mes de invierno. En el Sarpabali coexisten así los tres elementos del conjunto original. “Coexistencia” es por lo demás una manera de hablar; de hecho, nos encontramos en presencia de una triple repetición, de una “concentración” de la luna, pues las aguas, así como las serpientes, no sólo participan de los ritmos lunares, sino que son además consustanciales con la luna. Como todo objeto sagrado y como todo símbolo, las aguas y las serpientes realizan la paradoja de ser a la vez ellas mismas y otra cosa, en este caso, la luna.

Ricardo Newnan. Muerte y serpiente, 1984. Óleo sobre tela. 70 x 100 cm. Galería López Quiroga.

Mircea Eliade. 1907-1986. Novelista, historiador de religiones y de símbolos. Su obra es una de las más sugerentes para quien se interese por las misteriosas formas de lo sagrado en distintas culturas. Entre sus libros destacan La noche bengalí; Medianoche en Serampor; Mitos, sueños y misterios; Imágenes y símbolos; Aspectos del mito; Los sagrado y lo profano; Mefistófeles y el andrógino; Herreros y alquimistas.

Te invitamos a que consultes nuestra-revista-libro. Serpientes del arte contemporáneo. no. 71. Disponible en nuestra tienda física La Canasta, ubicada en: Córdoba #69, Roma Norte, CDMX. También visita nuestra tienda en línea donde encontrarás nuestro catálogo editorial.