
Quizá para enfrentar el miedo que les inspiraban las serpientes o como una manera de explicar su poder seductor, las culturas indígenas de México crearon mitos en los que ligaban estos reptiles con el origen y el fin de la vida. Estos mitos dieron pie a ritos, creencias y cuentos conocidos en la actualidad gracias a la tradición oral. Para los huicholes, nahuas, mixtecos y otomíes la serpiente no es un habitante más de la naturaleza, ha cobrado una dimensión cósmica; es al mismo tiempo madre, diosa amenaza y causa del equilibrio. Pero sobre todo, es un ser dual, nos confronta con la muerte y así nos enseña a vivir.
Mito totonaco
Un día estaban peleando una víbora nauyaca y una mazacuata. De esta pelea salió triunfante la nauyaca cuatro narices, quien orgullosa decía que era más poderosa que nadie. Su voz fue escuchada por el Señor Luna, quien le dijo que no se comparara con él. Pero la víbora insistía en ser más poderosa que nadie. Entonces el Señor apostó con la nauyaca a que ésta no aguantaría siete días sin comer alimentos. La víbora aceptó la apuesta. Así pasaron tres días; la víbora tenía hambre. Al día siguiente, es decir, al cuarto día, se acercó un sapo y la víbora de inmediato se lo tragó. Entonces bajó el Señor Luna y le dijo: -Ya ves, por compararte conmigo perdiste. Te has condenado y convertido en mi enemigo.
Y la condenó a que siempre trajera la bolsa que se le había hecho en el estómago al comerse el sapo. Además, el Señor Luna pidió al sol que lo ayudara en el castigo y el sol con mucho gusto le regaló un rayo de luz. A las siete de la tarde, hora en que el sol casi se oculta y la luna apenas se vislumbra, el Señor Luna envió algunos poderes con el rayo que dirigió a una semilla de altamis, a la cual dio la facilidad de salvar a la gente que fuera atacada por la nauyaca, para que así dejara de ser tan peligrosa. El sol y la luna siempre vigilan la tierra y protegen a los hombres; uno en el día y la otra en la noche. Desde entonces, a las siete de la tarde, hora en que sale la luna, las víboras se ocultan y no salen mientras dure la oscuridad.
Informante: Juan Zimbrón Méndez Recopilador: Rosa Isela Serrano Traductor: Alejandro Medina Jiménez.
Mito huichol, fragmento
Antes del diluvio había serpientes-hombres, y más antes sólo había una sola y enorme serpiente llamada Kuwé Eme. Ésta se comía a los hombres-serpientes y luego los echaba fuera, como serpientes que ya no podían transformarse en hombres. Al comenzar el diluvio, las ollas, las cazuelas, las cucharas, los metates se transformaron en animales de cuatro patas y, cuando el diluvio terminó, éstos acompañaron a Kuwé Eme y se comieron a las pequeñas serpientes. Luego, las aguas bajaron y los Cuatro patas se fueron a las selvas donde todavía viven. Kuwé Eme aún existe. Es Tatei Washiewe, nuestra madre diosa de las nubes, y vive en el Cerro Blanco, que está adentro del mar, cerca de San Blas. Cuando las lluvias se retrasa, el cantador dice Kuwé Eme: -¿Por qué, madre nuestra, no quieres llover? Dime qué necesitas. Dime si quieres una fiesta, un venado o un toro. Tú eres la única que puede hacer llover. -Sí -contesta Kuwé Eme-, eso es lo que quiero. Cuando la serpiente y el cantador llegan a un acuerdo, se mata a un venado o un toro y se le ofrece la sangre. Entonces Kuwé Eme respira, y su respiración sube al cielo como una nube. Porque cuando falta la sangre y Kuwé Eme tiene hambre, ella apenas respira. Y las nubes no alcanzan a subir.
Informante:Bartolo Chibarras Recopilador: Fernando Benítez Traductor: Pascual Valdés.
Leyenda mixteca
Esa niñita bajaba a pastorear unos guajolotes a la orilla del ojo de agua. No le hubiera pasado nada, si no se hubiera encontrado con una jicarita floreada y un bultito. Por el amor de esa jícara se arrimó la niñita a la orilla, para jalarla. Y ya nunca salió. Después se fueron los guajolotes llora y llora para su casa, porque ya no había quién los cuidara. La mamá tuvo que venir a gritarle a su hijo, ya que no la encontró. Y tuvo que perder las esperanzas. Hasta mucho después, dicen que la niñita le dijo a su mamá: -No te preocupes mamá, que estoy bien. Ya más bien soy animalito del agua. La mamá se preguntaba cómo hacía para estar debajo del agua. Dos personas le respondieron: -¿Pá qué te preocupas por tu hija? Se ha convertido en culebra del agua. Se fue esa niñita. Es ahora sirena del mar. Y la mamá se tuvo que conformar porque ya no salió la niñita. Los viejitos de antes contaban que eso era posible porque aquella laguna era mala: alguien la había encantado. -Quiso Dios que tu hija fuera encantada y que viviera debajo del agua. Y, desde entonces, la niña es una culebra que anda allá en el cielo, haciendo revolución en las nubes.
Información: Isidora Soria.
Mito nahua del norte
Era una vez un muchacho travieso. Los señores pensaron: -¿Que vamos a hacer con él? Cortó todo el maíz con el machete. -Vamos a mandarlo a matar a Dios. Lo llamaron y le dijeron que se fuera. Se llevó su arco. Cuando estaba en el campo apareció Dios. Le disparó, pero no lo alcanzó. Dios se hundió y oscureció. Entonces dijeron los señores: -Ahora ya lo mató. Le vamos a mandar un mensajero, para que le diga que regrese. Cuando el mensajero encontró al muchacho, le dijo: -Me mandan los señores. Vamos a ir con ellos. -Yo no voy, pues a mí me mandaron a matar a Dios. -Vamos, a pensar de ello. -Vamos, pues. Entonces los señores dijeron al muchacho: -Ahora vete a matar a la serpiente. -Pues para allá me voy. Fue a traer su arco. Llegó donde la serpiente se encontraba y le disparó. Pero ella se lo chupó con todo y arma. El muchacho desapareció en el vientre de la víbora. Entonces, ésta cerró sus fauces. Él tuvo que quedarse adentro, con su arco. ¡Y qué oscuro estaba eso!. Entonces pensó: -A ver si hay aquí una yesca, para hacer lumbre. Palpó en la oscuridad y la encontró. Sacó su cuchillo y cortó un pedazo. Pero aquello no era yesca; había cortado un pedazo de hígado de la serpiente. Ésta abrió sus fauces y el muchacho escapó. -Qué caray, por poco me quedo adentro-, luego se fue. Cuando llegó donde estaban los señores, éstos le preguntaron: -¿Cómo te fue? -Pues bien, ya llegué. Entonces pensaron los señores: -¿A dónde podemos mandarlo ahora? Lo vamos a mandar al cielo, que sea el alguacil de Dios. Y le dijeron: -Ahora vete al cielo -Pues me voy -dijo-, y se fue al cielo. Cuando llegó donde estaba Dios, señaló: -Los señores me mandaron aquí, que te sirva como alguacil, aquí junto a ti. Y Dios contestó: -Pues bien. Vas a llamarte Miguel y, para proteger la tierra, te vas a quedar aquí. ¡Fíjate, en el agua! Cuando se acerque el animal, avisa a los demás alguaciles. Cuando lo vio venir, Miguel exclamó: -¡Hola, vengan acá! Maten al animal, aquí viene. Los alguaciles fueron a su encuentro y le dispararon con rifles, pero no pudieron matarlo. Se cansaron; sin embargo, el animal se acercaba cada vez más. -¿Qué vamos a hacer? Como nosotros no lo podemos matar, será mejor llamar a Miguel, que venga él y lo mate. Miguel se adelantó al animal. Simplemente le pisó la cabeza y ya estaba muerto. Luego dijo a los demás: -Si yo no lo hubiera matado, jamás se habría muerto. Miguel fue a ver a Dios y le informó: -Di muerte al animal. -Pues entonces quédate aquí y vigila la tierra. Y, desde entonces, san Miguel vigila la tierra. Si no fuera por él, el agua la inundaría. También tiene dominada a la serpiente de modo que ella no puede venir. De no ser por él, ya no habría hombres.
Informante: Doroteo Jesús Recopilador: Konrad T. Preuss.
Creencia zoque de Chiapas
Los hombres infieles temen la acción de Nawayono, ser sobrenatural que persigue “a los que andan con queridas”, pues toma el lugar de la amante y los asesina con su vagina dentada. En Ocotepec corre un rumor: -Nawayono es una víbora. Un paisano la mató y luego le ensartó una aguja en la cabeza. La aguja llevaba un hilo que, al seguirlo, llevó a los curiosos hasta una cueva, donde encontraron a la víbora muerta. Era Nawayano.
Informante: Villa Rojas / Martín Castellanos
Relato nahua de Veracruz
Un niño fue a tamequar a la milpa y encontró una víbora de cascabel que estaba en una mata de colario. Cuando el niño la vio, se alejó de esa mata y la dejó sin cortar. Entonces, su papá le preguntó: -¿Por qué dejaste esa mata? -No tengas cuidado, ya la voy a limpiar- le respondió. Cuando llegó el tiempo, le dijo: -Hijo, ya vámonos. -Sí, pero déjame antes el morral. El padre le dio el morral y el niño metió la víbora en él. Pronto, se hizo amigo de la víbora. Un día, mientras estaba con ésta, el niño vio que se convertía en una muchacha. Platicaban y jugaban juntos. Otro día la mamá del niño fue a barrer y encontró una olla vieja trasbocar. La levantó y, cuando vio que ahí estaba enrollada una cascabel bien grande, se espantó y salió gritando. Llamó a la gente para que fuera a enseñar a la víbora. Antes de irse para la milpa, la cascabel se despidió del niño, le dijo que no iba a volver más. Cuando su amiga se fue, el niño se puso muy triste. Y no comió en seis días. Ya se estaba muriendo de hambre y de tristeza, cuando la víbora lo fue a esperar en el campo y le chifló cuatro veces; como vio que no le hacía caso, se acercó y le dijo: -¿Entonces ahora ya no me conoces? Soy tu amiga, la cascabel. Aquí estoy viviendo cerquita de Las Siete Puertas del Encanto. Puedes visitarme cuando quieras. Fuiste bueno conmigo, y te estoy muy agradecida. El niño creció, pero jamás dejó de visitar a su amiga la víbora. Un día ésta dijo al niño, que era un joven: -Toma, te doy todos estos documentos firmados para la entrega de una división de potrero lleno de ganado y este fierro de marcar, para que lo puedas vender a la hora que quieras. Entonces le dijo a la víbora que se casara con él y ella le contestó: -No, eso no se puede, el joven mandó a su papá para que fuera a pedirle una muchacha, sin hablarle de que tenía un potrero lleno de ganado. Él fue y se presentó ante el padre de la muchacha por primera vez, y le dijeron que sí. Pero luego el padre de la muchacha pidió: -Bueno, pues yo quiero que su hijo arregle el asunto para el domingo, no quiero plazos largos.
El padre de la muchacha se burlaba, porque sabía que el joven no tenía nada y que su padre era muy pobre. Cuando llegó a su casa, le preguntó su hijo: -¿Cómo resolvieron el asunto? Su papá le contestó: -Pues hijo, me dijo el padre de la muchacha que ya quiere que le cumplas para el domingo próximo. Antes de que llegara la fecha planeada, el joven avisó a tres caporales, pues irían al potrero a traer unos becerros. Después de que caminaron una distancia como de 300 metros, señalo: -Aquí me esperan. El joven se metió en una cantera que estaba cerca y los caporales se quedaron en el camino. Al regresar les dijo: -Ahora cierren los ojos. Cuando los abrieron estaban en un potrero lleno de ganado. Escogió cuatro toros grandes. Vendió dos para los gastos de la boda y los otros dos los mataron para servir el desayuno, el almuerzo y la cena. Después de que se casaron, lo citaron en la agencia municipal para que mostrara el cuero de las reses que había matado. Al revisarlo, el comandante descubrió que el fierro con que las habían marcado era muy extraño. Entonces el joven se fue a su casa a traer todos los documentos que le había dado la víbora. La policía se quedó convencida de que el ganado no era robado, pues él tenía papeles bien autorizados, así que no le hicieron nada. Después se hizo rico.
Recopiladora: Lilian Schiffer
Recopilados por Artes de México.
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