16 / 04 / 25
Palabras para un color que no conoce sombra
Rafael Vargas

Este poema nos invita a descubrir el un color representante de nuestro país: el rosa mexicano.

La sangre prestigia el rojo.
Líquido vital, color vital.
El cuerpo es su natural bandera.

Color caluroso, es nuestro sol interno.
A su amparo los campos musculares,
los árboles arteriales, los venosos arbustos
y la hierba capilar se irrigan y crecen.

Es el color del beso, de la vegetación del deseo,
de la luna lujuriosa,
de la lengua sexual que cubre el cuerpo amado
como una ola interminable.

Es el color del fuego alrededor del cual
todo tipo de leyendas se fraguan
y en cuyas brasas se cuecen los alimentos
de la imaginación.

Es el nombre del vino, del coral y del rubí,
de la encendida cereza
que la publicidad sueña siempre
ceñida por carnosos labios.

Es la virtud y el vicio de la rosa,
el manto del cardenal
que se posa en la más alta rama del verano,
la materia misma de la coraza del cangrejo,
el óxido que corroe
el perfecto cielo azul del acero.

Eres, como yo, un habitante de Eritrea,
somos súbditos de la corona escarlata,
una campana púrpura palpita
en lo más hondo de la niebla que somos.
Nos rige el carmesí, el granate, el bermejo,
aun así decimos preferir el blanco o el negro.

Rafael Vargas. Es poeta y ensayista. Estudió Comunicación en la FCPyS de la UNAM. Ha sido agregado cultural en la embajada de México en Perú; editor y coordinador en el FCE; jefe de publicaciones de la UAM y editor de Casa del Tiempo; coordinador de actividades culturales del Centro Cultural Mexicano de la SRE en San Antonio, Texas; director de actividades culturales y subdirector general de Difusión Cultural de la UAP; miembro de los consejos de redacción de Rehilete, Melodía y Nexos.

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