En la Roma hay una casa donde los espíritus aún hacen crujir las maderas y los ladrillos. Por ser construida en los tiempos de las mesas voladoras, el ectoplasma, los médiuns, la escritura automática que transcribía las palabras de los espíritus que tenían pésima ortografía, así como por su estilo arquitectónico, fue bautizada como la Casa de las Brujas. Su fama terminó confirmándose gracias a Bárbara Guerrero, Panchita, la mujer originaria de Parral que vivió en uno de los departamentos de ese edificio hasta su muerte en 1979. Las artes de Panchita no eran pocas: además de alejar las malas energías, tener contacto con las fuentes mejor informadas del más allá y convocar a los espíritus, ella hacía trasplantes y extirpaba tumores. Su decencia está más allá de cualquier duda: nunca aceptó un pago por sus servicios, pero jamás se negó a recibir las donaciones que le daban por sus labores como cirujana psíquica. La clientela de Panchita era de todos colores: vecinos del rumbo, artistas casi afamados y algunos políticos que tenían claros síntomas de ojeriza. A pesar de sus virtudes, la gente de mala fe sostiene que doña Barbarita nunca hizo una operación. Pero vale más no seguir escribiendo sobre, Panchita, mejor que Bef nos cuente una de sus aventuras. JLTL