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De tlazolli, "basura", en náhuatl, cuyo sonido recuerda al de tlazotli, "cosa preciosa", se deriva el nombre de Tlazoltéotl. Diosa de la basura, ¿o diosa preciosa?, nos la describen códices y otros manuscritos como patrona de la vida alegre, "la que provoca, enciende, alivia y baña las obras de la carne".
Del griego afrós, "espuma", proviene -según Heródoto- Afrodita, porque su ser se formó de blanca espuma, esa que apareció alrededor de la piel inmortal, en los genitales de Uranos, cercenados por Cronos y arrojados por él al ponto de muchos oleajes.
Tan pronto como con el acero cortó Cronos los genitales de Urano,
los arrojó de la tierra al pronto de muchos oleajes,
para que largo tiempo por el piélago fueran llevados.
Alrededor de la piel inmortal apareció blanca espuma,
de la cual se formó una doncella,
Primero se acercó a la divina Citera
y de allí pasó a Chipre la ceñida de oleajes.
Allá arribó la diosa venerada y hermosa que, a su alrededor,
bajo sus pies ligeros, hacía crecer la grama.
Dioses y hombres Afrodita la llaman
porque se formó de la espuma: de afrós,
y también Citeras porque tomó rumbo a Citera.
Desde que nació, la acompañaron, los primeros,
el amor y el hermoso deseo.
A ella que sería de la estirpe de los dioses.
Desde un principio tuvo por privilegio y por destino,
entre los hombres y entre los dioses inmortales,
la conversación de las doncellas, las sonrisas y los engaños,
el placer, el amor dulce y la ternura.
[Hesíodo, Teogonía]
Tlazolteótl se llamaba también Ixcuinan,
Madre que se adueña del rostro,
y también Tlaelcuani, devoradora de entrañas.
Así se llamaba porque, dicen que su prioridad, su atributo,
su pertenencia era el polvo y la basura,
es decir, la vida alegre,
sobre ella reina, sobre ella manda.
Se llamaba también devoradora de inmundicias,
dizque porque ante su rostro se decía,
ante ella se contaba toda vanidad.
En su cara se decían, se enderezaban,
todas las acciones de la carne,
por muy espantosas que fueran,
por muy depravadas,
nada se escondía por vergüenza,
todo, en su cara se aclaraba, se decía.
Se decía que el polvo y la basura,
las obras de la carne,
Tlazolteótl las provocaba, las encendía,
Tlazolteótl las fomentaba.
Y solamente ella descargaba,
ella purificaba, aliviaba,
ella lavaba, bañaba,
en sus manos estaban las aguas,
las de color verde, las de color amarillo...
Ante ella se conocía el corazón,
ante su rostro se purificaba el corazón de la gente.
[Códice florentino, Libro I, cap XII]
Miguel León-Portilla. Fue uno de los más distinguidos investigadores del pasado prehispánico de México y de los primeros tiempos de la Nueva España. Durante 50 años fue profesor e investigador en la UNAM. Es miembro de las academias de la Lengua y de la Historia, así como del El Colegio de México. Recibió varias condecoraciones, entre ellas los premios Bartolomé de las Casas y Marcelino Menéndez y Pelayo, en España. Ha recibido 25 doctorados honoris causa por parte de universidades de América Latina, Estados Unidos y Europa.
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