Las iguanas no bailan, pero Bemberecua sí. Y Honorio Robledo nos cuenta la historia de esta amigable iguana y la historia que tuvo que recorrer para que los habitantes del pueblo no la descubrieran en la tarima de baile.
Dedicada a todos los requintos, puntual del son.
“Dicen que la iguana es verde
y la cuija es venenosa.
Me agarré una de la cola
pa´quitarle lo chismosa.”
Hace muchos años cerca del río
Papaloapan, vivía una iguana que
se llamaba Bemberecua, porque
tenía una boca enorme y era bastante
comunicativa. Lo que más le gustaba
era corretear por la sabana, como un
verdadero ventarrón. Así engañaba a los
pobladores quienes, al ver la hierba
agitarse, pensaban que iba
a entrar un norte, y
se resguardaban
en sus casas.
En uno de esos paseos, mientras
descansaba en una piedra, le
aconteció un milagro. La brisa
le trajo un dulce murmullo más
armónico y más dulce que el rumor
de un panal de abejas. Curiosa,
Bemberecua atravesó el río,
persiguiendo las voces del viento.
Así llegó hasta el pueblo y, brincando
de rama en rama, de palo en palo,
de barda en barda y de tejado en
tejado, llegó a una plazuela donde
un contingente de jaraneros tocaba
alegres sones jarochos alrededor de
una tarima, mientras las parejas de
bailadores se disputaban el turno
para taconear. Para Bemberecua el
fandango fue toda una revelación.
¡Jamás había presenciado nada
tan maravilloso!
Permaneció horas en la
contemplación, hipnotizada por el
repiqueteo de los requintos y de las
jaranas e impactada por el percutir
de los danzantes sobre la madera.
Poco a poco la concurrencia se fue
disolviendo. Por la madrugada,
cuando ya todos se habían ido a
dormir, Bemberecua se trepó al
tablado para imitar el tanqueo de los
danzantes. Pero, claro, sus pezuñas
no le ayudaban, sólo arañaban
las tablas, mientras daba tremendos
coletazos. Por suerte era invierno y
nadie se asomó a ver quién causaba
tanta bulla.
Al día siguiente al ver la tarima
astillada, la gente comentaba:
-¡Mira nomá parece que subieron un
toro a taconear! ¿Quién será
el chistoso que vino a dejar lah
uñah en la tarima?-
Pero nadie se preocupó de que
la madera, madrugada tras
madrugada, tuvieses más rayones
y más raspaduras. Y Bemberecua
pudo proseguir con sus bamboleos
nocturnos.
Llegó la Fiesta Mayor del pueblo, que
era la más afamada de toda la
región. Para festejar el fandango más
grandioso del año, los jaraneros
construyeron un tablado nuevecito,
y lo acomodaron en la plazoleta
para recibir a los jaraneros y bailadores.
En cuanto Bemberecua vio
la tarima pensó que la habían
construido para ella y de inmediato
se trepó a darle su estrenada, pero
la dejó toda raspada y arañada con
sus brincoteos. Al día siguiente, que
los vecinos constataron los daños,
se enojaron muchísimo. ¡Faltaban
algunos días para la fiesta
y ya algún ocioso había estropeado
el tablado nuevo!
Al medio día llegó el
carpintero a reparar la tarima.
Aunque no se usaba, en un arrebato
perfeccionista, hasta la barnizó. Esa
noche, impulsada por su gran amor
al baile, Bemberecua regresó al
tablado. Con el barniz le fue peor que
nunca, pues se la pasó cayéndose y
levantándose. Al amanecer, la tarima
se encontraba ya en un estado
lamentable.
A la mañana siguiente,
al contemplar los rayones y las
rajaduras en su tarima, los vecinos se
pusieron furiosos y nombraron una
comisión para descubrir al culpable.
Uno por uno revisaron a todos los
habitantes del pueblo (no se salvaron
ni los pollitos).
Pero, como todos tenían intactos
los pies, las patas y las garras,
concluyeron que algún envidioso
de otro pueblo quería perjudicar la
fiesta. Entonces resolvieron instalar
rondas de vigilancia.
Esa madrugada, Bemberecua
volvió al pueblo muy ajeno al
revuelo que había ocasionada. Sin
percatarse de la intensa vigilancia,
trepó al tablado y comenzó a
ensayar sus pasos, que no eran sino
remolinos de volteretas,
maromas, caídas y coletazos.
Honorio Robledo. Nació en el Estado de México, en 1954. Es ilustrador, pintor, escritor y jaranero. Estudió Literatura en la UNAM. Gran parte de su obra está basada en la Tradición Oral y la Expresión Popular. En el periodo 2008-2009 obtuvo la Beca del Instituto Cultural Veracruzano para Creadores con Trayectoria.
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