03 / 12 / 24
El ABC de una casa mexicana
Alfonso Alfaro

A propósito de la presentación de la revista-libro La casa como manifiesto de Luis Barragán, en nuestro espacio de lectura te compartimos el ABC de una casa mexicana.

Alfonso Alfaro, autor de la biografía intelectual del artista, Voces de tinta dormida, retoma aquí el enorme reto de seguir avanzando en la comprensión del fenómeno creativo que es la obra de Luis Barragán. Alfaro lee los espacios de la casa como un “manifiesto de sus propuestas estéticas, la expresión de un programa”. Se trata de un itinerario muy distinto a través de la casa: uno excepcional que nos ofrece, en síntesis, las claves de un creador en su obra. Ámbitos son ideas, sensaciones, experiencias trascendentes: una manera de estar en el mundo desde México. Enumeramos, a manera de índice de este ensayo, con nuestras palabras, los diez principios que el autor explica con sutileza más adelante.

A. La casa como manifiesto

Luis Barragán se encontraba en la plenitud de su madurez personal y artística cuando emprendió el diseño de su casa. La construyó para sí mismo, sin tener que rendir cuentas a nadie, y después de haber edificado y habitado la precursora de su vivienda definitiva. Esa primera finca fue adquirida por Alfredo Ortega, un talentoso empresario de la orfebrería, con quien Barragán compartió intereses y sensibilidad. Ahí había ya esbozado de manera sumamente exitosa algunas de las fórmulas que más tarde llegarían a convertirse en elementos característicos de su propuesta.

La casa en que vivió hasta el fin de sus días fue constantemente sometida a ajustes y modificaciones y puede ser percibida como un laboratorio cotidiano de su creatividad. Gracias al admirable empeño de los promotores de su legado, (la Fundación de Arquitectura Tapatía y las personas que compartieron con él esos recintos durante largos años), su morada nos es ahora accesible en el estado en que el artista quiso dejarla para la posterioridad. Podemos, pues, intentar desentrañar como un manifiesto de sus propuestas estéticas, la expresión de un programa claramente reiterado a través de las contadas alocuciones y entrevistas en que quiso hacer explícitas sus aspiraciones, tanto personales como artísticas. En el contexto de la producción arquitectónica de su tiempo y de su país, su obra parecía atípica pero no desafiante; era heterodoxa, marginal. La elección del barrio es ya una toma de posición: en esos años, Barragán se había involucrado apasionadamente en el desarrollo urbano e inmobiliario del Pedregal, donde hubiera podido escoger cualquier predio para instalar su residencia.

Sala. Pablo Antolí. 2024. Interiores. La casa como manifiesto de Luis Barragán. no 138. Artes de México.

B. Construir ciudad

Tal vez la más innovadora y desdeñada de las aportaciones de Barragán a la arquitectura tenga relación con sus fachadas. Ellas nos muestran que el artista acepta que hay realidades inmediatas que lo preceden y lo rebasan: la ciudad, la sociedad. Lejos de intentar proclamar al mundo sus ideales o sus ambiciones, de pretender marcar su territorio, asume su responsabilidad de construir la calle en diálogo con la arquitectura preexistente, (y de esa manera contribuir a la armonía común). Finalmente, el artista, (y el propietario), disponen ya de todos los espacios interiores para volcar en ellos sus fantasías y hacerlos objeto de sus experimentos estilísticos; no es preciso obligar a toda la ciudad a compartir, (o soportarlos).

La residencia de Barragán, claramente respetuosa de su entorno barrial, se integra con las anteriores fincas y, particularmente, con la Casa Ortega, -ya previamente arraigada-, a través de los muros lisos y de los salientes que marcan los ventanales. Tres entradas discretas la conectan con la calle, dividiendo las diversas funciones de la residencia: la cochera permite un ingreso independiente a la vivienda autónoma que resguarda la privacidad de las personas, originarias del mismo poniente mexicano del que era oriundo el artista, que lo acompañaron con tanto afecto a lo largo de su vida: un ingreso más, carente también de todo relieve visual, anuncia la existencia de otra zona distinta: el taller, donde se desarrolla la actividad profesional del arquitecto.

C. Entre la ciudad y la naturaleza

Las viviendas tradicionales de numerosas regiones de México, como algunas de sus antecesoras del Mediterráneo, poseían su zaguán que funcionaba como una excusa: permitía ir dejando atrás la ciudad para comenzar a esbozar la atmósfera propia de cada morada. El de esta casa anuncia ya el programa general que la estructura: una tenue luminosidad ámbar es la única presencia externa en este recinto construido para ir propiciando un ánimo apacible. El contraste con la calle no puede ser más grato: el suelo de piedra volcánica, los muros blancos, la madera anuncian la cálida sobriedad y la búsqueda de un contacto con la naturaleza a la que está invitado el visitante. Unos suaves escalones, casi una rampa, parecen detenerse sin brusquedad como si fueran solamente dispositivos escultóricos necesarios para hacer este espacio un ámbito autocontenido. La claridad puede potenciarse intensamente gracias a una iluminación artificial que brota del único volumen no estructural, minucioso pliegue voluntario.

El manejo de la relación con el exterior fue cuidadosamente regulado. La casa posee únicamente el gran ventanal, (aunque de vidrio esmerilado), para mantener la comunicación con la ciudad, (que el zaguán permite ir olvidando). En el piso alto, los postigos buscan también filtrar a voluntad desde el interior las imágenes urbanas y evitar toda presencia visual no deseada. Sólo en el otro extremo del edificio una enorme superficie vidriada transparente y fija se abre sobre el jardín al ras del suelo. También ella, sin embargo, está sometida a múltiples tamices: dos cortinajes externos y dos interiores.

Patio. Pablo Antolí. 2024. Interiores. La casa como manifiesto de Luis Barragán. no 138. Artes de México.

D. Pausados asombros

La puerta blanca, señalada apenas por una ya anacrónica manija, ha sido abierta desde el interior. Nadie espera el impacto. El ánimo desprevenido, que el zaguán se ha encargado de sosegar, es sacudido por la avasalladora vehemencia del color rosa. Es la primera de las experiencias de exultante intensidad sensorial que la casa ofrecerá sabiamente dosificadas: efectos calculados con gran habilidad por un arquitecto con dotes de escenógrafo.

El suelo volcánico y la madera están ahí para dar fluidez al proceso y atemperar la euforia. El recinto no es muy vasto y parece cerrado sobre sí mismo, aunque un número de las incongruentes manijas sugieren, disimulan, prometen. Una escalera autosuficiente, que no pretende que sepamos adónde puede conducir, se detiene ante un muro. La luz, cuyo origen descubriremos en algún momento, llega a raudales, pero de madera oblicua, creando efímeras geometrías. Las proporciones exactas (sección áurea) del muro blanco y el oro liso se contraponen en perfecta y diagonal coordinación. Otro leve desnivel (¿una escalera más?) equilibra los volúmenes. ¿Quién recuerda ahora al mundo exterior con sus nimios afanes, sus frívolos servidumbres?. El arte ha levantado un dique para permitir al morador y a sus invitados pensar, crear, dudar, esperar.

Alfonso Alfaro. Es Doctor en Antropología, Director del Centro de Investigaciones Artes de México. Autor de Voces de tinta dormida, Itinerario de Luis Barragán, 1996, entre otros.

Texto publicado en la revista-libro, La casa como manifiesto de Luis Barragán no. 138. Disponible en nuestra tienda física La Canasta, ubicada en: Córdoba #69, Roma Norte, CDMX. También visita nuestra tienda en línea donde encontrarás nuestro catálogo editorial.