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Teotihuacan
Carlos Pellicer

Poema dedicado al origen ancestral y cultural de la pirámide de Teotihuacan.

La palabra pirámide, tocada por el cielo,

levanta nuestros brazos y eleva nuestros ojos.

Hay en su corpulencia vertiente de taludes:

la operación del día derramando la luz.

El hombre la truncó para asentar el templo

y el misterio confiara su poder a la vida.

La cumbre crea el símbolo que el hombre mira a solas:

la noche está en el cielo y habla sólo de altura.

Pero empuñando al Sol en las manos del día,

la tierra nace a pie y en planta horizontal

halla la idea del vértice con que culmina el Sol.

Hay noches como días, lánguidamente hechos:

la pirámide baja y da sol a la Luna.

*

Es tan jaguar el Sol, que pasa silencioso.

Las horas son las manchas de su piel. Y en el hombre

un tragaluz se abre para poder hablar.

¡Qué población de estrellas en este vive

desde que el Héroe antiguo se transformó en estrella!

¡Con qué aguja el nopal teje la luz del día

desde que la serpiente llegó del mar lejano!

¡Cuánto maíz en boca de septiembre y octubre

dio vida a las palabras que sembraron bondad!

Feliz astronomía la del Sol y la Tierra

que hizo al hombre nacer entre rocas y llamas.

Conos de sombra explican su angustia, pero el fuego

ha de abolir un día sus eclipses mortales.

*

El hombre dejó aquí los volúmenes claros:

conjugó el horizonte con la montaña: dio

líneas horizontales cortando los taludes;

dio nido a la penumbra, movimiento al calor.

Su material de ideas, sólidamente puras,

conglomeran espíritu: la Tierra, el Sol, la Vida.

Hay una geometría cuyo ritmo congrega

lo florido del día con el fruto nocturno.

El hombre amó la paz en este enorme juego

de volúmenes.

*

Tengo, desde niño, en los ojos,

la luz destos trabajos que hoy miro con la misma

sorpresa. La mañana de pechos vegetales

se alimenta a sí misma con el fulgor antiguo

que dio vida a estas cosas que hablan para ellas solas.

Pero es obra del hombre y nos incumbe a todos.

Dioses oscuros dieron en una sola idea:

dar luz a cielo y tierra. Y convocaron sombras

y eligieron a dos que, arrojándose al fuego,

después de penitencia,

tornaron de la hoguera cual dos soles divinos.

Pero una de las sombras dio a estrellar un conejo

sobre la faz de uno,

y ese sol, disminuido, fue la Luna.

Con la creación del día, la noche encendió estrellas.

Pero la más brillante, llave de los crepúsculos,

fue el corazón de un hombre, convertido en estrella.

Prudente y refinado, para darse completo,

fue el héroe. De su cuna se habla en los huracanes del

Golfo y en las brisas del Valle. Mariposas

y flores quiso que fueran la ofrenda pura.

Si por flor fue terrestre, por el agua es de cielo

y de lluvia sus ojos se llenaron y dieron.

Tierra y agua calmaron hambre y sed. El maíz

fue la pluma adherida a la culebra del agua

que a veces serpentea sobre los campos. Agua

que da luz subterránea, caída de los cielos.

Vuelvo a la desnudez de las ideas puras

y divinas. El hombre descifra elemental

la Lengua a la intemperie de los cuatro elementos.

Y ya es una escultura, en pintura o palabras

que comunican el alma de las cosas supremas.

Máquina y aparato dice igual a lo antiguo.

Teotihuacan es honra del hombre y de su tiempo.

Antes que Europa fuera flor de cultura, México

flores de maravilla dio a la cultura. No:

trajeron su cultura, no la cultura, aquellos

que por áurea ambición destruyeron lo antiguo

aquí, que florecía maravillosamente.

Sin rencor ni amargura cuelgo en este poema

las palabras que dije.

*

También los elementos

serán un día causa de paz y no de guerra.

Quien ha puesto pasión por la tierra y el agua,

para dar agua y tierra a quien más necesita;

fuego en su corazón por el pobre y el débil;

quien con orgullo ve la gloria aquí presente

de hombres de genio anónimos cuya gloria aquí está

y ordena detener la ruina material

de obras que ha dos mil años eran cumbre del mundo;

quien cubrió de caminos y escuelas nuestro espacio

territorial y humano, salió al mundo a decirle:

México existe, vive; quien siente que es hermano

de su hermano y le tiende la mano cuando todos

le dejan solo, reciba en las manos de México

la flor y el canto llenos del México de siempre.

Lomas de Chapultepec, septiembre de 1964.

Carlos Pellicer. Nació el 16 de enero, de 1897, y muere el 16 de febrero de 1977. Fue un escritor, poeta, museógrafo, y político mexicano, quien fuera senador por Tabasco desde el 1 de septiembre de 1976 hasta el día de su muerte.

Texto publicado en el libro Un pasado visible: Antología de poemas sobre vestigios del México antiguo. Lo encuentras disponible en nuestra tienda física La Canasta, ubicada en: Córdoba #69, Roma Norte, CDMX. También visita nuestra tienda en línea donde encontrarás nuestro catálogo editorial.