
Zacatecas tiene leyes de conservación más avanzadas que el resto del país, porque protegen tanto joyas arquitectónicas como su entorno.
He de encomiar en verso sincerista
la capital bizarra
de mi Estado que es un
cielo cruel y una tierra colorada.
Una frialdad unánime
en el ambiente, y unas recatadas
señoritas con rostro de manzana,
ilustraciones prófugas
de las cajas de pasas.
Católicos de Pedro el Ermitaño
y jacobinos de época terciaria.
(Y se odian los unos a los otros
con buena fe.)
Una típica montaña
que, fingiendo un corcel que se encabrita,
al dorso lleva una capilla, alzada
al Patrocinio de la Virgen.
Altas
y bajas del terreno, que son siempre
una broma pesada.
Y una Catedral, y una campana
mayor que cuando suena, simultánea
con el primer clarín del primer gallo,
en las avemarías, me da lástima
que no la escuche el Papa.
Porque la cristianidad entonces clama
cual si fuese su queja más urgida
la vibración metálica.
Y al concurrir ese clamor excéntrico
del bronce en el ánima del ánima
se siente que las aguas
del bautismo nos corren por los huesos
y otra vez nos penetran y nos lavan.
Ramón López-Velarde. Nació en Jerez de García Salinas, Zacatecas el 15 de junio de 1888 y murió en la Ciudad de México el 19 de junio de 1921. Fue un poeta y funcionario mexicano del movimiento modernista. En México alcanzó una gran fama y llegó a ser apodado como "El poeta nacional".
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