01 / 10 / 24
La fiesta de los chiles en Olinalá, Guerrero
Janet Long

En Guerrero, existe una fiesta religiosa en honor a San Francisco, y el fruto principal para decorar los estandartes son los chiles, para recordar a sus habitantes que en el chile pervive un fervor ancestral.

Cada 4 de octubre, se realizan ofrendas a San Francisco en Olinalá, Guerrero. Grandes estandartes decorados con chiles y flores de cempasúchil y pericón desfilan por las calles para recordar a sus habitantes que en el chile previve un fervor ancestral que permite las buenas cosechas y la continuidad de la vida.

En muchas regiones de México, hay fiestas religiosas que, aunque honran santos católicos, todavía contienen creencias y ritos precolombinos. Esto sucede en zonas aisladas del estado de Guerrero.

Desde la conquista espiritual del Nuevo Mundo, los indígenas procuraron hacer coincidir las fechas de sus ceremonias con las de las fiestas cristianas para que fueran permitidas por los sacerdotes católicos que combatían los cultos nativos. Estos festejos han evolucionado hasta constituir una amalgama de elementos mesoamericanos y del catolicismo hispano. Investigadores como Stanley Brandes y Evon Vogy han notado que las celebraciones se han vuelto más elaboradas y complejas, en vez de desaparecer o perder su contenido simbólico; es decir, cuentan con la flexibilidad necesaria para ajustarse a las condiciones sociales cambiantes, lo que permite su continuidad.

El pueblo de Olinalá, Guerrero, en la Sierra Madre del Sur, además de caracterizarse por sus artesanías de laca de gran calidad, es igualmente conocido por la fiesta de San Francisco, también denominada de los masúchiles o la fiesta de los chiles. Celebrada el 4 de octubre.

Es la fiesta más importante del año. Jóvenes y niños portan máscaras y disfraces, y bailan la danza de moros y cristianos, los doce pares de Francia y la danza del tecuani. Bandas de música de viento vienen de pueblos cercanos para animar la fiesta y, por la noche, los fuegos artificiales iluminan el cielo. El evento concluye con una misa celebrada en la iglesia de San Francisco el día del santo.

La fiesta puede entenderse como un mecanismo para mantener el orden en la comunidad; un medio recreacional que permite descansar del trabajo monótono cotidiano; una manera de redistribuir los recursos económicos entre la población; un procedimiento que ayuda a disminuir las fricciones locales por medio de la cooperación necesaria para su organización, o como ayuda para estimular la solidaridad dentro de la comunidad. También da a la población la oportunidad de pagar sus promesas y mandas, y es una ocasión para venerar el Santo del pueblo.

Interiores. Fotografía. El chile, fruto ancestral. Artes de México. 2017. p 43.

Tres adornos juegan un papel simbólico en las ofrendas: los chiles (Capsicum annuum), el cempasúchil (Tagetes erecta spp) y el pericón (Tagetes lucida spp). Son plantas nativas del Nuevo Mundo que tienen una larga tradición cultural en México. Cuando llegaron los españoles en 1519, cumplían con un papel significativo en el rito azteca.

Los chiles formaban parte de las ofrendas a los dioses del agua durante la fiesta de Etzalcualiztli en mayo o junio, y adornaban la estatua de Chicomecóatl durante el mes de Ochpaniztli (septiembre). De igual manera, solían incluirlos en las ofrendas de comida colocadas ante las imágenes de los dioses importantes a lo largo del año.

Usaban el cempasúchil (cempoalxochitl), la flor sagrada, para indicar rango y estatus social. También estaba asociada a los dioses del agua y a la vegetación en cuyas ceremonias se entregaban como ofrendas.

La flor de pericón tenía una relación cercana con Tláloc. Formaba parte del oztopilin o bastón florido, uno de los símbolos más importantes que identifican a est dios. Sus pétalos eran esparcidos por el templo que lo honraba en la fiesta de Etzalcualiztli, y sus flores pulverizadas se echaban a la cara de las víctimas para anestesiados antes del sacrificio, durante la fiesta de Xocotl Huetzi (“cuando cae el fruto”) según lo informa Fray Bernardino de Sahagún en la Historia general de las cosas de Nueva España.

Xochiquétzal, la diosa de las flores, era honrada con una fiesta anual el 16 de octubre conocida como “la despedida de las flores”, puesto que anunciaba que éstas pronto se marchitarían. Los jóvenes se adornaban con flores y bailaban en procesión, cargando una ofrenda de tres ramas verdes de la planta del maíz. Fray Diego Dúran notó que la gente omitía hablar sobre el significado de la celebración, y sospechaba que algunos pueblos la realizaban en lugar de honrar a San Francisco el 4 de octubre.

En la fiesta de San Francisco, se usan grandes estandarte decorados con flores y chiles, llamados masúchiles, que son llevados a la iglesia. Además, los participantes usan numerosas guirnaldas de flores de cempasúchil naranjas y amarillas intercaladas con chiles, jalapeños y serranos, durante la procesión. También llevan la planta en grandes cubetas a la iglesia para ofrecerlas al santo. Las guirnaldas se cuelgan en el barandal del altar o del cuello del santo, que desaparece bajo una masa de flores.

La actuación de los tecuanis es otro rasgo que identifica a estas festividades. El término proviene de te (gente), cua (comer) y ni (agente). Se traduce generalmente como “devorador de hombres”, y se asocia con la danza del tigre, de raíces prehispánicas.

A partir de la segunda mitad de agosto, los tecuanis salen cada domingo hasta el día de San Francisco. Aunque profesan danzar “para las siembras”, su función es entretener y divertir a los espectadores.

La participación en estas danza está limitada a jóvenes y niños varones que portan máscaras de madera y cabezas estilizadas de tigre y trajes completos de color anaranjado y amarillo con manchas negras pintadas en tela para semejar la piel de un jaguar. Por medio de esta indumentaria, se transforman en el animal: dan zarpazos al aire y amenazan a los asistentes con su rabo de mecate. Esta danza es lo que ha perdurado de un antigua drama que representaba una escaramuza entre un cazador y un jaguar que amenazaba a la gente y destruía las cosechas. La personificación del jaguar es frecuente en las fiestas guerrerenses.

Janet Long. Nació en Wauneta, Nebraska, Estados Unidos, el 11 de marzo de 1934. Es investigadora Nacional nivel II.

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