24 / 12 / 25
Cantos navideños en náhuatl
Miguel León-Portilla

Durante el siglo XVI, el nacimiento del niño Jesús llegó a la mente y al corazón de los indígenas a través de cantares en náhuatl que se entonaban en público en las iglesias o en los festejos al aire libre. Estas líneas son una invitación a escuchar cuidadosamente las notas de aquellos nacimientos cantados.

Se conservan testimonios acerca de cómo los indígenas de la región central de México, desde el siglo XVI, habían hecho suya, de un modo o de otro, la fiesta de la Navidad. ¿Ocurrió esto tan sólo por obra de las prédicas de los frailes? ¿O es que el nacimiento de un dios, hijo de una virgen, les recordaba antiguas creencias? Sabemos que, según el pensamiento religioso prehispánico, tal fue el caso de Quetzalcóatl, nacido de Chimalma y de Huitzilopochtli, hijo de Coatlicue.

El hecho es que el nacimiento de Jesús, hijo de la Virgen María, fue celebrado con festejos en los espacios abiertos adjuntos a los conventos, sobre todo de los franciscanos. En esas celebraciones, además de danzas y música, se entonaban al modo de los antiguos tiempos, cantares en nahuatl. Algunos compuestos por frailes como Bernardino de Sahagún, y otros por Cuicapicque, poetas indígenas.

Que sea Él suplicando,

desplegad vuestros pensamientos

cual joveles de turquesa,

vosotros, oh príncipes,

que con collares de jade, de metal precioso,

con vuestra cuentas,

demos contento al que llegó a Belén,

el redentor del mundo.

En la casa de plumas preciosas,

en la orilla del camino,

allá tú estás,

tú, doncella santa María,

allí has hecho nacer al Hijo de Dios.

Con variadas piedras preciosas sea Él suplicado.

Variadas aves,

tus quecholes, Dios, cantan aquí.

¿Quién como auroras se eleva?

Los ángeles cantan

Alegraos, tened contento.

Cuando sobre nosotros bajó una luz del cielo,

Variadas flores se esparcen,

Cantan tus aves quéchol,

Alegraos, tened contento.

Los escucharon los señores del Oriente,

del cielo les fue dicho,

en la tierra se apareció el Redentor.

Tomaron oro, copal y mirra,

con esto llegaron a Belén,

conocieron al verdadero Dios,

al verdadero Hombre.

Fueron los que primero te conocieron, Dios,

como a una joya,

como a pluma preciosa.

Los sabios, los reyes,

le suplicaron a la doncella santa María,

llevaron consigo tu gloria,

Dios verdadero, Hombre verdadero.

Que todos nos maravilloso.

Lo dejamos allá en Belén.

Se desvanecen las plumas finas,

las joyas como jades se hicieron pedazos.

Delante del Dios único

paso con premura.

Ya ahora llegó a la tierra,

vino, llegó a Belén.

Que en verdad se haga danza aquí.

Donde preciosas están las flores olorosas,

yo estoy libando,

yo ave quetzal cual joyel de colores pintada,

yo ave tzinitzcan esparzo

cual hojas pintadas los cantos.

Donde hay sombra ando yo revoloteando,

Éste es un fragmento del canto para la fiesta de Navidad, recopilado en los Cantares mexicanos, manuscrito de la Biblioteca Nacional de México:

“Los claveles de Castilla, las cacalosúchil,

refulgen como la aurora,

restallan las flores como jade,

la tierra se cubre de rojas omisóchil.

Las esmeraldas, las perlas, las amatistas

llamean,

resplandecen, reflugen allá.

Entonces se les apareció al ángel a los

pastores.

Les llamó. Les dijo:

Una noticia que da mucha alegría

vengo a daros, amigos.

Hoy ha nacido vuestro redentor,

Cristo Jesús,

id a Belén,

allá lo veréis en la Ciudad de David.

No pocos ángeles se aparecieron,

anunciando con cantos el maravilloso

mensaje.

Alabaron así al Niño nacido rey.

Sea glorificado nuestro Dios en el Cielo.

Y en la tierra haya paz

entre los hombres de buena voluntad”.

El canto que enseguida transcribo era entonado por quienes, vestidos de pastores y pastoras, bailan “en línea de dos y van a dejar los ofrecimientos”. Hablando al recién nacido Jesús, y a María su madre, les expresan:

“Para que no llore el niño

traigo un poco de pinole

Dale porque está dulce (...)

Este petate yo lo he hecho

y lo traigo para que duermas,

si quieres uno grande,

ahí tengo en mi casa más.

Una hamaca aquí está

para que te acuestes con el niño

cuando esté enojado

dale dos merceditas al pequeñín (...)

Aquí te traigo, señora

un rimero de tortillas,

para que coma cuando tenga hambre

mañana te traeré carne.

Para tu alimento, señora,

te traigo esta gallina.

Ella está poniendo huevos

ha crecido bien en el monte”.

Miguel León-Portilla. Es filósofo y escritor. Dirigió el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Es consejero de las academias mexicanas de la Lengua, de Ciencias y de la Historia de la Sociedad Mexicana de Antropología, y es miembro del Colegio Nacional. Merecedor de múltiples distinciones, ha escrito más de una treintena de libros e innumerables artículos.

Te invitamos a que consultes la revista-libro El arte tradicional del nacimiento. no. 81. Disponible en nuestra tienda física La Canasta, ubicada en: Córdoba #69, Roma Norte, CDMX. También visita nuestra tienda en línea donde encontrarás nuestro catálogo editorial.