ES - PA - CIO una palabra que cuando la pronunciamos se piensa en un lugar, un encuentro habitable y de pertenencia. En donde estamos, pertenecemos y somos. Cada uno de nosotros es distinto en los espacios en que nos desarrollamos, somos seres de consumo, de rituales, de naturaleza, de arte y de cultura. Somos aquello que se transforma en historia y tradición.
A través de las entrevistas realizadas por Artes de México a escritores, historiadores, filósofos y curadores, como: Octavio Paz, Eduardo Matos Moctezuma, Alfonso Alfaro y Damián Bayón que se encuentran en la revista-libro no. 9 Espacios en el Arte Mexicano, podemos darnos cuenta de los diferentes procesos sagrados que nuestros ancestros nos heredaron. Esta revista-libro permite conocer y reflexionar sobre la cultura y el arte en México, no sólo a través de las transformaciones arquitectónicas sino desde el simbolismo que le damos a los espacios que a lo largo de la historia se construyeron como legado y memoria de los antepasados.
La historia y su contexto se convierten en algo sagrado, algo concebido y heredado que narra y permite seguir teniendo experiencias significativas que nos marcan como los seres que somos. Nos brindan y permiten dialogar con los antepasados, reconociéndonos como seres de una nacionalidad, de una entidad, de un barrio, de costumbres y tradiciones.
Los lugares como símbolos de memoria identitaria pueden llegar a evolucionar pero seguirán teniendo significados arraigados a su nacimiento. Así bien, aunque los espacios sean habitados o frecuentados por una masa, cada persona le otorga un significado de pertenencia. Dicha pertenencia es lo que le brinda a los seres humanos identidad, es decir, el reconocimiento de lo que fuimos y somos.
Nuestros antepasados construyeron y fundaron una serie de rituales, arquitectura y tradiciones con el fin de marcar y heredarnos un legado histórico que fortaleciera nuestra identidad colectiva. Gracias a eso, hoy podemos (re) conocernos como seres civilizados, habitables y pertenecientes a una comunidad, a un origen concebido y previamente fundado. Los seres humanos formamos sociedades las cuales por necesidad instintiva delimitamos espacios. Cada espacio se constituye a partir de necesidades y objetivos naturales. Las sociedades están formadas por creencias, leyes y comunidades, gracias a esto se construyeron centros ceremoniales, templos, iglesias, palacios de gobierno, e instituciones académicas y artísticas. Estos espacios pueden llegar a fusionarse e incluso transformarse, pero su esencia siempre quedará arraigada a su procedencia.
Cuando hablamos de arte nos referimos o pensamos varias cosas: ¿quién se convierte en artista?, ¿cuándo le damos la validez a una obra de arte?, ¿cómo se crean los museos o los espacios de exhibición?, ¿cómo comenzó el arte en México? Algunas de estas cuestiones surgen cuando hablamos de espacio, es decir, lugares de creación, contemplación y rituales sagrados. En tiempos actuales la mayoría de los artistas cuentan con algún estudio o taller el cual funge como un espacio en donde se crea y construyen diálogos, reflexiones y conceptos artísticos, es un lugar de autonomía artística. Así sucedía en tiempos prehispánicos cuando los antiguos mesoamericanos formaban comunidades, construían y habitaban en las pirámides.
Los mexicanos hemos construido gran parte de nuestro legado artístico no sólo a través de la pintura sino también dejándonos un patrimonio muy vasto en arquitectura, escultura, gastronomía e incluso patrimonios intangibles como la danza, la música y hasta los rituales. Si hacemos una comparativa con los espacios contemporáneos, estos se convierten en paréntesis abiertos: lugares donde se (re) escribe la identidad cultural mediante la práctica y la comunidad. Ambos tipos de espacios comparten un vínculo profundo: las pirámides como símbolo y los espacios como representación simbólica. Mientras que la dimensión activa plasma el origen, la contemplativa crea un nuevo sentido de comunidad artística. En el arte moderno y contemporáneo, existen elementos simbólicos de resistencia, memoria e identidad cultural.
Este legado en su momento fue una representación de la resistencia, de manifestaciones y de una nueva forma de llevar el arte a otros espacios. (Re) significar no solo los espacios sino también el arte y nuestra cultura a partir de evoluciones sociales. Los espacios de arte contemporáneo en México se organizan cada vez más en torno a modelos de encuentro, residencias y experimentación lo que permite un intercambio de diálogos interculturales sobre el concepto de arte. Esto mismo sucedió hace unas décadas cuando los muralistas, aquellos artistas ya formados y consolidados, quisieron dejar plasmados un fragmento de la historia y de la sociedad desde un punto de vista político y económico que impactaba en la sociedad mexicana de aquel entonces.
La revista-libro Espacios en el Arte Mexicano nos abre la puerta a poder conocer más sobre los espacios no sólo pensados como un lugar sino la pertenencia de los mismos. Cómo un espacio que existe se transforma en sitios de registro, de tránsito, de reflexiones y encuentros sociales y sagrados. Tanto el arte como los espacios siempre han formado parte de la sociedad. Es lo que nos da un punto de partida para comprender los tiempos y las evoluciones que se han tenido y cómo gracias a ello vamos transformándonos como sociedad.
Este texto también se publicó en Sin Embargo, como parte de nuestras reseñas quincenales alusivas a nuestro fondo editorial: Reflexiones de los textos de la revista La casa como manifiesto de Luis Barragán | SinEmbargo MX
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