La importancia de la Calaca como motivo del arte mexicano trasciende la fiesta del día de Muertos. En este artículo, la autora nos ofrece un recorrido por las más diversas manifestaciones artesanales de las calacas, relacionadas o no con la celebración de los primeros días de noviembre, y nos da cuenta de cuenta de una interesante paradoja: En México, la muerte es un personaje vital que se reinventa día con día.
No se sabe cuándo se originó la tradición de hacer juguetes de muertos. Desde luego ya existían a mediados del siglo XIX, según da cuenta la detallada descripción de Antonio García Cubas, por lo que es probable que sea una costumbre más antigua.
Algunos se destinan a la ofrenda de día de Muertos dedicada a los niños que han fallecido, con el fin de que los pequeños tengan con qué jugar durante su visita a la tierra. Pero en muchas otras ocasiones se hacen para que los niños vivos, quieres juegan encantados con las tumbitas de varios pisos, los entierritos, los padrecitos con cabeza de garbanzo, las ofrenditas y con muchos otros más de esta índole.
Los esqueletos ocupan un lugar importante entre estos juguetes. Las calacas hacen frecuentemente tareas que acostumbran realizar los vivos: la mecanógrafa teclea afanosamente en su máquina de escribir, una señora muele nixtamal en su metate, otra hace tortillas, un escritor llena página tras página con sus ideas, otros venden toda clase de artículos, unos novios están a punto de casarse; hay algunas calacas que toman encantadas un baño de espuma, y otras que lucen diferentes tocados en la cabeza: como de cocinero, de torero, de catrín con gran chistera, de mujer con el pelo enrollado sobre grandes tubos… También dentro de estos esqueletos hay los que yacen dentro de su tumba y se asoman al jalar un hilo.
Otra importante tradición son las calaveras de azúcar. Las hay de muchos tamaños y frecuentemente están decoradas con algún sombrero o con muchas flores del mismo material. Estas piezas suelen regalarse a los amigos, o a los novios, y llevar pegado en la frente el nombre de quien la recibirá. Además de la ciudad de México, un centro importante para la elaboración de estas piezas es Toluca, aunque otros lugares del Estado de México, como Tenancingo, también las producen.
Pero la importancia de la calaca como motivo de arte popular trasciende los objetos creados para el día de Muertos. El esqueleto es motivo usual en los Judas de papel aglutinado, tradición de Semana Santa aún importante en la década de 1960. Aquellas figuras enormes, de cuatro metros o más de altura, eran compradas por las grandes tiendas y decoradas con algunos regalos. A las 11 de la mañana del Sábado Santo y cuando las campanas de la iglesia tocaban para anunciar la gloria, estas piezas eran estalladas como juguetes pirotécnicos, y los espectadores se abalanzaban para tratar de adueñarse de algunos objetos. También se hacían y todavía se hacen Judas más pequeños, muchos de los cuales tienen formas de esqueleto.
Varias generaciones de la familia Linares en el Distrito Federal son importantes juderos. Pero también hacen conjuntos decorativos de calacas en diferentes situaciones. Por ejemplo, en 1986, en el Museo Nacional de Artes e Industrias Populares, se podía apreciar una escena llamada “La muerte temblorosa”, ejecutada por estos artesanos en recuerdo del gran temblor del año anterior. En aquella representación los esqueletos simulaban ser “los topos” en acción, los ciudadanos que ofrecieron su valiosa ayuda para salvar a los heridos que lograron sacar de algún edificio caído, pero también simulaban a los ladrones que aprovecharon la situación para llevarse alguna televisión u otros objetos de entre los escombros.
Al igual que los Linares, muchos otros artistas populares hacen figuras de calacas que, aunque ya no forman parte de la tradición del día de Muertos, aún nos hablan del desafío plástico que el motivo del esqueleto ha suscitado entre los creadores mexicanos. En Metepec, Estado de México, los habituales árboles de la vida se transforman en árboles de la muerte. Habitante de la ciudad de México, Roberto Ruíz, quien es Premio Nacional de Ciencias y Artes en la rama de Artes y Tradiciones Populares, prefiere para sus miniaturas el tema de la muerte. Sus piezas son talladas en huesos con una inacabable variedad de formas. Otro artista que se dedica al tema de la muerte es Saulo Morena, quien elabora sus figuras con alambre y papel.
Pero la calaca no sólo ha dado pie a infinidad de arte popular. En algunas festividades cobra vida en danzantes vestidos de negro, con los huesos pintados en blanco y una máscara de calavera.
Aunque durante el 1 y 2 de noviembre se danza en algunos pueblos, las danzas celebradas en estas fechas no siempre tienen como personaje a una calaca. Sin embargo, en Tepoztlán, Morelos, los niños bailan con esqueletos de vara y papel de china que a menudo es más alto que su acompañante.
El personaje principal de la danza del “Tecuán”, que se baila en distintas ocasiones, es el tigre: sin embargo, en Acatlán, Puebla, también existe un esqueleto. De hecho, no hay límite para que la calaca participe en una danza.
El esqueleto es un personaje importante en algunas danzas derivadas de los autos moralizantes, con los que los misioneros enseñaban la religión a los indígenas. Entre danzas podemos citar “Las tres potencias”, “Los mudos”, “Los siete vicios”, “Los san Miguelito” y “Los diablos”, y otras. El estado de Guerrero es especialmente rico en estas manifestaciones. En la versión de Tixtla de la danza de “Los diablos”, por ejemplo, se escenifica la caída de Lucifer del cielo, mientras que en la montaña un grupo de diablos pelea alternativamente con mujeres y con muertes. También vemos a la calaca en pastorelas, otro tipo de auto moralizante. Esto sucede por ejemplo en Colima.
En algunas danzas de Semana Santa, los judíos o fariseos que matan a Jesucristo usan máscaras, que en algunos pueblos aluden a las fueras nocturnas que cada fin de año salen para apropiarse de la tierra. El Sábado de Gloria, con la resurrección de Cristo, se liquidaba el peligro que estas fuerzas representan. Entre los judíos, la muerte es un personaje muy frecuente, aunque no tiene un papel especifíco en la danza. Algunos lugares en donde esto sucede son El Doctor, Querétaro; Tanlajás, San Luis Potosí; San Bartolo Aguascalientes, Guanajuato, y Jesús María, en Nayarit.
El Carnaval es otra fiesta en la que es común apreciar calacas. Los tejones, que danzan en estas fiestas en la costa mixteca de Oaxaca, interpretan diferentes escenas, como la cacería de un tigre, el nacimiento de un niño o las peleas entre un viejo y una muerte, donde a veces gana el viejo.
En Naolinco, Veracruz, uno de los moros de la danza de “Moros y cristianos” usa máscara de calaca. En la meseta tarasca de Michoacán el cambio de mayordomía se acompaña con la danza de los “Viejitos”, que tiene dos versiones: los “Viejitos bonitos” y los “Viejitos feos”, que son una burla de los primeros.
La maringuilla, el personaje femenino que deriva de la Malinche, de estos últimos, en San Juan Nuevo, es una calavera.
Todas estas representaciones del esqueleto dan cuenta de la inevitablemente creatividad de los artistas populares, tanto para los objetos tradicionales como para los decorativos, y aseguran que la tradición mexicana de las representaciones de la muerte, lejos de extinguirse, encuentre cada día nuevas y valiosas expresiones plásticas.
Ruth D. Lechuga. Fue investigadora de arte popular y fotografía por más de 50 años. Durante ese tiempo creó un museo de arte popular con su colección, al que está dedicado el número 42 de Artes de México. Publicó Traje indígena de México y Las técnicas del México antiguo, entre otros. En la colección Uso y Estilo, el título Ruth D. Lechuga, una memoria mexicana rescata la obra fotográfica de esta autora. A su muerte, donó a Artes de México su archivo fotográfico con más de 20,000 negativos.
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