
Desde varios siglos se lleva a cabo el ritual de retratar a los niños que acaban de morir, como parte de un ritual más amplio que tiene entre sus propósitos convertir a la tristeza en alegría, festejar la entrada "de un alma pura a una nueva vida".
Cómo llevar más allá,
cuando el camino apenas comenzaba.
Cómo tomarte de la mano, darle alas,
decir: “Mira lo que nunca has visto,
mira bien el principio de mirar”.
Qué carro de fuego vendrá, como al profeta,
a recogerte,
de qué carrusel de las ferias del trasmundo.
Mortal entre las mortales cosas,
nada es para ti la luz que me alimenta.
Parque de juegos, solar vacío,
laurel erguido de la infancia.
Nada es para ti
el mundo que levantan las palabras.
“Hay un niño dormido en la pared del aire,
un polizón caído de mis alas”.
Pero digo, invento, ángel embustero
sobre el cuaderno escolar. Vienes
de tu madre hacia una mano que no es mía.
Y sólo puedo, entre torbellinos, escaparme:
deja a tu fallido guardian
volverse hacia la luz inútil.
Jorge Esquinca. Poeta. Obtuvo el Premio de Poesía Joven de México en 1982, Premio de Poesía Aguascalientes 1990 y Premio de Traducción de Poesía 1991. Ha publicado La noche en blanco, Cuarto Menguante, 1983; Las zorras y el mar, Premiá, 1985; Alianza de los reinos, Fondo de Cultura Económica y El cerdo en la voz, Joaquin Mortiz/INBA, 1991.
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