19 / 09 / 24
Una paleta con historia en la costa de Oaxaca
Marta Turok

Oaxaca es un estado de la República mexicana rico en diversidad cultural, que se caracteriza por sus colores brillantes y llamativos. Pero, ¿de dónde vienen esos colores?. Ante esta interrogante, el siguiente texto nos da un panorama más amplio del proceso de elaboración de algunos de los colores que más usan las mujeres de la costa de Oaxaca.

A lo lejos, las mujeres de la mixteca de la costa en Oaxaca parecen flores con sus enredos engamados en varios tonos de púrpura. Anteriormente estas prendas obtenían sus colores de forma artesanal con la tinta que se extrae del caracol, luego con la anilina fuchina y ahora se tejen con hilos teñidos en procesos industriales. Aquí la autora nos lleva por esta fascinante genealogía del color y nos invita a descubrir la belleza de estas prendas que, sin importar cómo hayan adquirido sus tonos, son marcas de identidad y orgullo para las mujeres de la región.

Es indudable la preponderancia que tienen los tonos rojos, purpurados y violetas en la paleta de colores de la indumentaria del actual estado de Oaxaca, donde habitan zapotecas, mixtecos, chontales, huaves y chatinos. En mi artículo “De fibras, gusanos y caracoles…¨, publicado en 1996 en el número 35 de Artes de México, realicé una descripción del origen y la importancia histórica de las fibras y materiales tintóreos prehispánicos presentes en esta región en esta y aquella traídos de Europa. En esta ocasión complementaré esta información con nuevas fuentes y me detendré en una prenda que lleva estos tintes. Provenientes de fuentes orgánicas y sintéticas, encontramos que, a lo largo del siglo XX, la vorágine de transformaciones convierte su identificación en un reto.

El violeta-rosáceo más puro proviene del caracol púrpura, cuya taxonomía se ha ajustado en las últimas tres décadas a partir de análisis precisos, pero en todos los casos la referencia obligada es Gould, quien en 1853 realizó la descripción de la familia Muricidae de las Américas. En la literatura de referencia sobre la indumentaria indígena realizada entre las décadas de 1950 a 1980 es común encontrar la nomenclatura Purpura patula pansa. A raíz de las investigaciones que emprendimos en 1985 desde la Dirección General Populares para procurar la defensa del caracol ente su sobreexplotación, los taxónomos de la época consideraron que la especie de la costa del Pacífico era Purpura pansa y la del Atlántico y el Caribe Purpura patula, lo cual quedó consignado en el libro El caracol púrpura: una tradición milenaria en Oaxaca.


Unos años después, se realizó una nueva revisión taxonómico de la especie según la cual se propuso a la comunidad científica que era más preciso considerarla Plicopurpura pansa, y ésta es la que prevalece actualmente en la Norma Oficial NOM-059-Semarnat-2010.

Estar al día con las deliberaciones taxonómicas y las reclasificaciones debe ser confuso para los investigadores, tanto sociales como biólogos.

Hemos detectado que la nomenclatura se utiliza de forma indistinta; de hecho, en una ocasión uno de cada cuatro asistentes mexicanos a un congreso internacional se refirió a la misma especie con los diferentes nombres otorgados por Gould.


Otro de los aspectos que destacan la importancia que tenía no sólo el color original, sino el característico olor acre del molusco que permanecía en la prenda, lo consigna Covarrubias, cuando anota cómo entre los zapotecas de edad del Istmo “pese al olor tan desagradable, como el de pescado podrido, que se adhiere al hilo teñido con caracol aun después de haberlas lavado un sinnúmero de veces durante muchos años, hay una gran demanda por dichas faldas. Están tan prendadas de ellas que con frecuencia mencionan como uno de sus últimos deseos el ser enterradas con una falsa púrpura, puesto que están plenamente seguras de que el hilo con caracol jamás se pudre¨. Es decir, los zapotecas consideraban que llegarían al más allá intactas al portar este enredo.


Este investigador, quien iniciara su trabajo de campo en el Istmo de Tehuantepec en la década de 1930 y publicara México South: the Isthmus of Tehuantepec en 1947, también se refiere a la creciente escasez del caracol y a su alto precio, al hecho que zapotecos y huaves lo compraban a los chontales en la “famosa fiesta de Astata que se celebra el 7 de febrero” y a la necesidad de emparejar y reformar el color con grana cochinilla en Tehuantepec. Tanto Donald y Dorothy Cordry como Susana Drucker comenta cómo en los pueblos de la Mixteca de la Costa, desde la década de 1960, ante la escasez del caracol púrpura se inició un proceso de imitación del color, primero con la anilina fuchina y posteriormente con hilos teñidos industrialmente. El punto es que se conservó la gama de color por elección colectiva.


Marta Turok. Es antropóloga por la Universidad de Tufts, con estudios en Harvard y en la UNAM. Es coordinadora del Centro de Estudios de Arte Popular Ruth D. Lechuga, del Museo Franz Mayer, y coordinadora de investigación y documentación para la enseñanza artesanal de la Escuela de Artesanías - INBA.



Si te gustaría conocer más acerca de algunos colores en México, te invitamos a que consultes nuestra revista-libro Del rojo al rosa mexicano número 111. Disponible en nuestra tienda fisica La Canasta ubicada en (Córdoba #69, Roma Norte, CDMX). O puedes consultarla en nuestra tienda en línea.

Si te gustaría conocer más acerca de algunos colores en México, te invitamos a que consultes nuestra revista-libro Del rojo al rosa mexicano número 111. Disponible en nuestra tienda fisica La Canasta ubicada en (Córdoba #69, Roma Norte, CDMX). O puedes consultarla en nuestra tienda en línea.