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Cuando tenía diez años entró una bruja en la casa. Mi mamá me llevaba lejos a raspar magueyes y llegábamos de noche. Entonces en el cerro veíamos que empezaban a brincar unas bolas de lumbre: cuatro, cinco, incluso seis. Unas se iban para allá, otras para acá. Mis padres atrancaban la puerta con barreta para que nadie entrara, quedaba bien asegurada.
Un día dormíamos en el petate: mi papá, mi mamá y yo. De represente mi papá gritó:
–¡Qué cosa anda ahí!
Mi mamá prendió la velita, porque no había luz, y vimos un guajolote grandote en el rincón.
–¿Qué vino a hacer este animal?
¿Por qué se metió? –dijo mi papá.
–La puerta está cerrada, por arriba no cabe –dijo mi mamá.
–¡Abraza a la chamaca, ahorita lo voy a matar! –gritó mi papá.
Le pegó con un palo en el cuerpo, pero no lo mató, sólo lo desmayó. Abrió la puerta y lo llevó a un terreno. Mi mamá entonces le dijo:
–Debe de ser una bruja, quizá la puerta estaba abierta.
–¡Cómo va a estar abierta, si está atrancada!
Volvimos a dormir. Al otro día mi papá fue a ver al guajolote, pero ya no estaba.
–¡Cómo es posible! ¿A poco lo soñamos?
–Ya ves, te dije que era una bruja. 
Esta niña siempre amanece morada y con mordidas en los brazos, piernas y pies, porque la chupa –Insistió mi mamá. 
Después de cuatro días, llegó un señor preguntando por mi mamá: ella era curandera. El señor quería que viera a su esposa. Cuando mi mamá regresó, nos dijo:
–Me sorprende cómo está la señora: costillas quebradas, pies rotos, las manos, la cabeza, ¡todo!
–¡Es ella! –exclamó mi papá.
Esas brujas meten sus pies en el fogón, los dejan de la rodilla para abajo y se convierten en guajolotes. De la casa donde sale la bruja se ve una lumbre que empieza a brincar; prende cuando brinca; cuando cae, se apaga. Así brinca hasta llegar a una casa. Allí se apaga porque va a chupar la sangre. Cuando se despiertan los papás, encuentran a los bebés tirados, lejos de la cama o afuera, los visten con pijamita y amanecen sin nada; incluso los llegan a robar. 
–Pero ¿cómo entra, si es guajolote, no va a caber? –le preguntaba a mi mamá. 
–Es que se convierte en varios animales. ¡Si quiere entrar, se convierte hasta en araña!.
Narración nahua recopilada por David Lorente, El cuerpo, el alma, la palabra. Medicina nahua en la Sierra de Texcoco, México, 2020. 
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